La vida de Rosa Jiménez estaba totalmente destruida por los problemas familiares. Los maltratos que recibía y la frustración en su vida económica la llevaron a pensar que no había una salida para esa situación. “Mi familia estaba muy mal porque mi hermana tenía depresión, eso la llevó a intentar suicidarse en varias oportunidades y generó discusiones constantes en casa. Recuerdo que mis padres se culpaban entre ellos por el problema de mi hermana”, cuenta Rosa.
Todos los problemas hicieron que ella se convirtiera en una persona muy nerviosa. Los días pasaban y Rosa se aislaba cada vez más. “Me volví egoísta, orgullosa y peleaba con todas las personas que me rodeaban, tanto en mi casa como en el trabajo no conseguía relacionarme con nadie. Vivía lastimando y maltratando a las personas que quería. Realmente no era feliz; me sentía vacía, por eso buscaba refugio en salidas, con amigos, pero nada de eso aliviaba el sufrimiento en mí”.
La solución que tanto necesitaba llegó de manos de una amiga que la invitó a la iglesia. Ella entendió que era posible hallar una salida y comenzó a participar de las reuniones. Así, poco a poco la tristeza, la angustia y el nerviosismo fueron desapareciendo.
“Dios me dio paz, mi familia fue transformada y mi hermana logró salir de la depresión, hoy está felizmente casada. La relación con mis padres cambió, hay armonía, somos una familia feliz. Mi situación económica también cambió, tengo un excelente trabajo y todas las comodidades que siempre quise tener. Puedo decir que la felicidad existe porque la experimenté en mi propia vida”, afirma Rosa sonriendo.
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