Una persona que no tiene el Espíritu Santo se queda entre dos pensamientos. Se queda entre la duda y la certeza, no se define. Eso se aplica a todas las áreas de nuestra vida: en el trabajo, en la escuela, en la calle y en las relaciones afectivas. Ella siempre está entre una cosa y otra.
Por ejemplo, una persona tiene muchos celos. ¿Por qué tiene celos? Porque no está segura del amor que ha colocado en esa persona que es su compañera o su compañero. Entonces ama, pero, al mismo tiempo, se siente insegura del amor de esa persona en relación a ella.
Cuando la persona recibe el Espíritu de Dios, ama. Si ella no es correspondida en su amor, el Espíritu de Dios inspira, orienta, enseña como debe proceder. Además, el propio Espíritu Santo le da el equilibrio para tener la palabra justa en los momentos en que hay diferencia de opiniones.
Por ejemplo, si la persona está a punto de casarse o tiene la intención de hacerlo, pero no tiene el Espíritu Santo, duda sobre si va a funcionar o no. ¿Por qué sucede eso? Porque ella no está segura de su amor. Cuando la persona tiene el Espíritu Santo, en cambio, sabe en quien confiar, tiene discernimiento para saber si esa persona que ella ama es digna de su amor. Tiene la capacidad de discernir como es la persona con quien va a compartir su vida.
El Espíritu Santo no viene de cualquier manera, para que usted pueda recibirlo debe invertir. Tiene que sacrificar su voluntad, sacrificar sus deseos, la codicia y sus vicios.
Si usted se entrega, si usted coloca su vida en el Altar, sacrifica su vida, entonces en el Altar Dios derrama el Espíritu Santo. Es del Altar que viene el Espíritu de Dios, pero Él solo viene sobre aquellos que realmente están dispuestos a obedecer la Palabra de Dios.
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