Cuando convivimos con una persona es natural adquirir sus hábitos. Incluso en nuestra manera hablar, de vestir y nuestros gestos se vuelven parecidos.
Es común en algunas parejas escuchar comentarios como: “Ustedes parecen hermanos”. Eso es porque la afinidad entre ellos es tan grande que termina volviéndolos parecidos.
No es por casualidad el dicho popular: “Dime con quién andas y te diré quién eres.”
Así también es en la vida cristiana.
Cuando asumimos la fe en el Señor Jesús y comenzamos a seguirlo, a andar de acuerdo con Sus enseñanzas, somos influenciados por Él y adquirimos Su carácter y Sus características. Nuestros pensamientos se asemejan a los de Él y la manera como vemos al mundo cambia. O sea, nos volvemos parecidos a Él.
El origen del término cristianos se da justamente por causa de la semejanza que había entre Cristo y Sus seguidores.
En cierta ocasión, el Señor Jesús les dijo a los discípulos:
“…Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí. Si Me conocieseis, también a Mi Padre conoceríais; y desde ahora Le conocéis, y Le habéis visto.” Juan 14:6,7
Felipe, uno de ellos, parece que no haber entendido nada, pues replicó:
“Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no Me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que Yo soy en el Padre, y el Padre en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en Mí, Él hace las obras. Creedme que Yo soy en el Padre, y el Padre en Mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.” Juan 14:8-11
O sea, el Señor Jesús, durante todo el tiempo que estuvo con los discípulos, estaba presentándole al Padre por medio de Su carácter, de Sus actitudes, de Su conducta, de Su postura, de Su amor y de Su misericordia. Era eso que Él estaba intentado hacerle entender a Felipe, que el Padre podía ser perfectamente visto en Él, pues Su carácter reflejaba el del Padre.
“creedme por las mismas obras.” Le dijo a Felipe.
¿Y nosotros? ¿Tendremos propiedad para decirles lo mismo a nuestros familiares y amigos? ¿Cómo ha sido nuestra conducta en casa, en el trabajo, en la facultad?
Nuestro modo de hablar, de andar, nuestro comportamiento, nuestra vestimenta y nuestra relación con las personas ¿ha mostrado al Padre? ¿Nuestro carácter ha reflejado el carácter de Dios?
Debemos preguntarnos eso diariamente:
¿Quién me mira, ha visto a Dios?
¿Quién lo ve, ha visto a Dios?
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(*) Colaboró: Pastor Adriano Mattos
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