Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y les dijo:
¿Qué me queréis dar, y yo os Lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata.
Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle. Mateo 26:14-16
El Señor Jesús enseñó que no es el oro lo que santifica al Altar, y sí el Altar, que es Dios, lo que santifica al oro, o sea, nada es más importante que el Altar. Mateo 23-17,19, 21
Judas Iscariote, miró al oro (las 30 monedas de plata), despreciando así totalmente al Altar (el Señor Jesús).
Razón por la que él robó, mintió, engañó, traicionó y, por fin, se suicidó perdiendo la salvación.
Yo imagino cuántas palabras y mensajes oyó, ya que la Biblia nos dice que el Señor Jesús enseñaba todos los días.
Además de las curas, liberaciones, multiplicaciones, resurrecciones y tantas otras señales.
Pero, ¿de qué servía todo eso, si sus ojos estaban en el oro y no en el Altar?
No piense que su alma fue olvidada por el diablo.
Ya que hubo (si es el caso) una liberación de la idolatría, de la brujería, y de todo engaño, pero hoy él presenta constantemente propuestas en las que el oro es más valorado que el Altar. Y son poquísimos aquellos que desprecian el oro a favor del Altar.
Judas tuvo el poder de decisión, y nosotros lo tenemos también.
Somos libres para decidir lo que es más importante para nosotros, pero jamás estaremos libres de las consecuencias de nuestra decisión.
La vida y el bien, cuando miramos y escogemos el Altar.
La muerte y el mal, cuando miramos y escogemos el oro.
Obispo Djalma