La visión borrosa, el dolor y enrojecimiento del ojo, la sensibilidad a la luz e incluso la percepción de “moscas” volando, pueden ser síntomas de uveítis, una dolencia del ojo que puede provocar desde cataratas hasta pérdida de la visión.
Entre sus causas puede haber una gran cantidad de enfermedades, como la artritis, el herpes, la brucelosis, la rubéola, la leptospirosis y el sarampión. Aunque hay casos que no tienen un origen bien definido.
En sí, la uveítis se define como la inflamación de la úvea, una lámina intermedia del ojo situada entre la esclerótica y la retina. La función de la úvea es aportar la mayor parte del suministro sanguíneo a la retina, está pigmentada, y consta de tres estructuras: el iris, el cuerpo ciliar y la coroides.
Para tratarla, los médicos recomiendan el uso de anteojos oscuros y pueden recetar gotas oftálmicas con o sin esteroides. Con el tratamiento apropiado, la mayoría de los ataques de uveítis desaparecen en un período de tiempo breve, que puede ir de unos pocos días a unas semanas; sin embargo, el problema puede retornar, e incluso durar de meses a años y causando un daño permanente de la visión, incluso con tratamiento.
Hilda Galván estaba perdiendo la visión, consultó al oftalmólogo y él le dijo que iba a quedar ciega para el resto de su vida. “Había ido a que me recetaran anteojos y me encuentro con la noticia de que tenía uveítis crónica. Esa enfermedad no tiene cura, me realizaron estudios y me comunicó que debía estar preparada porque iba a perder la visión completamente. En ese momento veía sombras, no podía ver la forma de los rostros. Ni con una lupa podía ver, eso me ponía mal y generaba problemas con mi esposo porque no me entendía.
Cuando el médico me dio esa noticia, tomé la decisión de quitarme la vida y matar a mis hijas. Recuerdo que varias noches preparé todo, estaba yendo hacia la habitación de mis hijas a matarlas y prendí la radio para que los vecinos no escucharan entonces escuché que había un Dios Vivo, que podía recibir ayuda, pensé que me estaban hablando a mí. Esa noche esperé a mi esposo y le dije que había un lugar donde podía recuperar mi vista.
Recién al tercer intento pude entrar a la iglesia aunque no quería estar ahí, participé de las reuniones, vi mejorías pero no aceptaba y me quería ir de allí. En una reunión pedí con fe que quería ver y comencé a ver. Después consulté al médico y me dijo que estaba curada, no entendía nada pero mi vida comenzaba a cambiar y mi familia también”.
La Iglesia Universal del Reino de Dios aclara que todos los conceptos emitidos en este periódico, como en su programación radial y televisiva, en modo alguno deben ser interpretados en desmedro de la medicina, ni de quienes la practican. No deje de consultar a su médico.
Martes a las 8, 10, 16 y principalmente a las 20hs en Av. Corrientes 4070 – Almagro
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