No hay cómo evitar que nuestra apariencia no diga lo que está en nuestro interior. A través de nuestra apariencia podemos informar nuestro estado de ánimo, nuestra personalidad, lo que nos gusta y, de forma general, cómo estamos por dentro. El exterior no es lo más importante ni esencial, sin embargo con certeza reflejará su interior de algún modo.
Cuando usted va a un cierto lugar, a través de su apariencia es capaz de expresar si su interior valora estar allí o no, o cuánto estima o no a la persona con quien se va a encontrar.
La Biblia dice que Dios vio que todo lo que hizo era bueno. En Génesis 2:9 dice que Él hizo los árboles agradables a la vista y cuando hizo los lirios del campo los hizo de manera que ni Salomón se vistió como alguno de ellos. ¿Esto le dice algo? A mí me dice que si Dios consideró importante la belleza en el momento de la creación, ¿por qué yo no voy a considerarla esforzándome en mostrarla de manera que Lo glorifique?
Invertir en nuestro interior e insistir en reflejarlo en nuestro exterior es algo que Dios sí aprueba, y creo que no necesito decir nada sobre la exageración en la apariencia, pues quien cuida su interior es equilibrada, y su preocupación en el momento de presentarse siempre será glorificar, representar y honrar en primer lugar a Dios.
Ser espiritual, inteligente y tener un interior admirable, es con certeza lo más importante, debemos invertir en ello. Pero ¿será posible exteriorizar este interior tan bonito si su apariencia ya pasó una idea equivocada sobre usted y le sacó todo el crédito y todas las posibilidades de que alguien quiera conocerla más?
Invierta en su interior y automáticamente presente un exterior que honre a Dios.
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