Al ver a Estefany Fernández sonriendo, reflejando paz y alegría cuesta creer que pasó cuatro años de su corta vida sumergida en el mundo de los vicios, con depresión, insomnio y perturbaciones espirituales. A pesar de tener solo 19 años, ella sabe muy bien lo que es el sufrimiento y las consecuencias del consumo de alcohol, marihuana y cocaína.
“Cuando era chica mi papá me entregó a los espíritus. Más tarde, después de un evento traumático en mi vida comencé a tener problemas espirituales. Veía gente muerta, escuchaba voces, sentía que había alguien al lado mío y tenía pesadillas. Mi mamá me llevó a muchos lugares para ver qué me pasaba, pero nadie podía decir bien qué era”, recuerda Estefany.
Como si todo ese sufrimiento no fuera suficiente, se le sumó la anorexia: “A los 13 años me enfermé de anorexia y estuve así durante 4 años, vomitaba lo que comía y sin razón empezaba a lastimar mi cuerpo, me golpeaba las piernas y brazos. Era la única forma que tenía de sentirme bien, cada vez que me pasaba algo malo me lastimaba porque decía que me lo merecía”, cuenta esta joven que, a raíz de la enfermedad de un familiar empezó a sufrir también necesidades económicas. “Mi hermano se enfermó y eso provocó problemas de dinero en casa”, recuerda.
En plena adolescencia, los conflictos con los padres son algo común, pero en el caso de Estefany, las cosas fueron un poco más lejos. A los 14 años empezó a salir a bailar y en una de esas noches en las que intentaba olvidar los problemas que había en su casa, conoció a una chica que a su vez la empezó a relacionar con personas que traficaban drogas. “Al tiempo empecé a consumir. Primero fue alcohol y luego marihuana y cocaína. Era terrible, empezaba a consumir a las 8 de la noche y terminaba a las 9 de la mañana del día siguiente; no daba más y me iba a dormir”, reconoce.
Esta situación de descontrol la hacía sufrir, pero no encontraba una forma de salir, por lo que pensó que la muerte podría ponerle fin a su dolor: “Me deprimía, por eso intenté suicidarme tres veces a los 17 años. Primero quise tirarme debajo de un auto y después de un colectivo. Estuve siempre a punto de hacerlo, incluso llegaba al lugar donde había planeado matarme, pero no lo hacía. Me preguntaba por qué tenía que sufrir tanto, no quería vivir más, pero por otro lado le tenía pánico a la muerte, era tremendo”.
Esta situación parecía no tener fin, hasta que un nuevo intento de suicidio hizo que su pensamiento cambiara: “Estaba en una estación de subte junto a mi hermano menor. Lo dejé, me acerqué al borde del andén mientras el subte se acercaba y estaba a punto de tirarme cuando mi hermano me gritó. Me puse a llorar y le dije a Dios que si existía, tenía que ayudarme. Eso fue lo que me hizo un clic y decidí buscar ayuda en la Universal. Perseverando los viernes y poniendo en práctica lo que me enseñaban me liberé de una vez de los vicios. A las dos semanas me había alejado de la mala junta, empecé a comer bien y con eso comenzó el cambio.
En total, mi proceso de liberación duró unos cuatro meses, hoy estoy muy bien, soy feliz y tengo paz. En menos de dos años de lucha, perseverancia y obediencia mi vida cambió por completo”, finaliza Estefany. Quien la ve, se da cuenta de que realmente hay una salida para todos los problemas.
Si usted sufre por un vicio o tiene un familiar que no logra salir de una adicción, participe este domingo a las 15h en Av. Corrientes 4070, Almagro, y descubra que los vicios tienen cura.
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