Cuando llegamos a Cristo nos pone felices, y entonces iniciamos una vida llena de la presencia de Dios.
Hasta que sucede algo que nos llama la atención, en un período en el que creemos ser fuertes, listos para la victoria. A veces ese algo involucra a una persona que admiramos, creemos en la espiritualidad de ella, e, lamentablemente, nos decepcionamos.
El hecho es que todos nosotros estamos sujetos al pecado.
La gran pregunta es cómo reaccionamos después de que nos equivocamos o pecamos.
Los grandes hombres de Dios también pecaron
Saúl era un hombre ungido por Dios. Cuando fue llamado por el Señor, era tímido y simple, pero se dejó llevar por el orgullo y el poder y pecó varias veces. Desobedeció a Dios. El Señor entonces envió a Samuel para hablar con él. Pero el rey no reconoció su pecado ni deseó corregirse. Él asesinó a 85 sacerdotes de Dios e hizo una consulta con una hechicera. Después, se suicidó.
David también pecó, incluso siendo un hombre según el corazón de Dios. Él vio a la mujer de Urías y se apasionó, la llamó y adulteró. Después descubrió que ella estaba embarazada, incentivó a Urías a que se acostara con ella, para que pensara que era su hijo, pero, como no funcionó, el rey planificó que Urías muriese en la guerra. Él murió y David se casó con Betsabé.
Mirando la situación de Saúl y David, ambos pecaron. Sin embargo la diferencia fue que Saúl se mantuvo en su corazón resistente y orgulloso, alejándose aún más de Dios, mientras David, después de recibir el juicio, se arrepintió y se humilló, buscando la reconciliación con el Padre. David dijo: “Contra Ti, solo he pecado,
y he hecho lo malo delante de Tus ojos…” (Salmos 51:4) Él Le imploró perdón a Dios y lo perdonó.
El pecado nos aleja de Dios, pero, incluso cuando pecamos, aún hay esperanza para nosotros. La pregunta es cómo actuamos después de pecar. ¿Nos escondemos? ¿Nos justificamos? ¿O nos humillamos delante de Dios Buscando Su perdón e intentando no pecar más? Cuando permanecemos en el pecado, nos volvemos esclavos de él, el pecado pasa a ser nuestro señor y reina en lugar de Jesús.
Cuando nos equivocamos es necesario vencer el dolor y la decepción y correr hacia los brazos de Dios lo más rápido posible, confesando y pidiendo Su perdón.
Arrepiéntase, confiese sus pecados a Dios. Él lo limpiará y lo colocará de pie.
“Vuélveme el gozo de Tu Salvación, y espíritu noble me sustente.” Salmos 51:12
[related_posts limit=”10″]