Blanca Aranda sufrió con miedos toda su vida, tenía fobias y no podía dormir de noche. También la asolaba la depresión. Tenía dolores de cabeza constantes, gastritis y problemas en la columna que la afectaban al punto de no poder agacharse ni hacer las cosas de la casa. “Vomitaba todo lo que comía, hasta el agua que tomaba”, cuenta.
Ella estaba en la miseria, no tenía dinero ni para comer y vivía en un lugar que le prestaban. “Me había quedado desempleada, ese fue el problema principal. Salía a buscar trabajo y no conseguía, tenía trabas por todos lados y eso me ponía muy mal. Por la depresión vivía sucia, no me higienizaba, no quería hablar con nadie, me aislaba. El peor momento fue cuando salí a buscar trabajo y no conseguí nada, entonces decidí terminar con todo porque estaba cansada de depender de los demás. Intenté arrojarme cuando vino el tren, pero una persona me sacó en el momento justo.
Cuando un familiar que ya concurría a la Universal me invitó, comenzó una nueva etapa en mi vida. Me dijo que me iba a llevar a un lugar donde mi vida iba a cambiar y me fue a buscar porque sola no iba a ir. El primer día que participé de la reunión me sentí muy bien, salí con paz, con tranquilidad y pude dormir.
Al perseverar en las reuniones me liberé de todo lo que me afectaba. No fue sencillo, pero hoy puedo decir que estoy libre del sufrimiento, estoy sana, prosperando, con un trabajo digno y un ingreso que me permite un buen nivel de vida. Le aconsejo a los que están en una situación difícil que se acerquen y prueben a este Dios Vivo porque Él va a cambiar sus vidas”.
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