Hace algunos años fui a sepultar a mi querida madre que había fallecido. En aquel momento de dolor tuve que ejercer dominio propio sobre mis sentimientos y emociones, pues la mayoría de las personas que se encontraban allí presentes estaba desesperada y aflijida, necesitaban una palabra que las consuele.
Usando la fuerza que solo Dios puede darnos en ese momento difícil, logré dominar mis emociones que intentaban llevarme a una tristeza profunda. De esta manera permití que Dios usase mi boca para llevarles a esas personas una palabra que las hiciera entender que la vida no se terminaba allí, sino que quienes están en Cristo Jesús tienen la vida eterna en el Reino de Dios.
Usted puede preguntarme: ¿No tenía ningún tipo de sentimiento? ¿No sentía ningún dolor por esa pérdida? ¡Sí, claro que sí! Pero a través de esa situación decidí dominar todos mis sentimientos de dolor por amor a esas personas que se encontraban allí, dominadas por sus emociones, pues en aquel momento la necesidad era ayudar a los familiares desesperados y así lo hice.
Amigas, muchas veces nos deparamos con situaciones en las que o dominamos o somos dominadas por el bien o por el mal, por la alegría o por la tristeza, por la victoria o por la derrota, en fin, siempre tendremos que decidir lo que nos va a dominar o lo que va a prevalecer: si mi yo y mi voluntad o la voluntad de Dios en mí.
Una cosa es cierta: cuando usted determina ser dominada solamente por las cosas positivas provenientes de Dios, siempre será una mujer fuerte, valiente y sabia, pues lo que prevalecerá dentro suyo es la sensatez que la llevará a tomar decisiones correctas que le traerán alegría, paz y victorias.
Y usted, ¿ha dominado su espíritu o ha sido dominada por sus propias emociones? “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad.”, (Proverbios 16:32).
Un fuerte abrazo a todas. Miriam Seles.
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