El fútbol moviliza a cientos de millones de personas. En tiempos de juegos importantes, dependiendo de qué equipos jueguen, las calles están desiertas y los hinchas parece que se olvidaran casi de todo, concentrándose en la pelota rodando sobre el césped.
Lamentablemente, a veces, jugadores e hinchas protagonizan tristes espectáculos de violencia e intolerancia al borde de la irracionalidad. En otras, los campos de juego y las pantallas de televisión demuestran ejemplos de solidaridad y paz entre atletas e hinchadas. Es la diferencia entre el fanatismo deportivo y simplemente disfrutar el fútbol como una actividad saludable, para los que practican o simplemente lo ven.
¿Y en el mundo cristiano? ¿Ser un gran hincha está mal?
Algunos creen que quien alienta “desvía” parte de la devoción que debe ser solo para Dios. Otros ya tienen la opinión de que, sin fanatismo deportivo, es solo un pasatiempo común. Hay incluso iniciativas como las de la Fuerza Joven Universal (FJU) que, utilizando el fútbol y otras modalidades deportivas, “despiertan” a jugadores y a otras personas en las tribunas a la fe.
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