Sobreproteger al hijo, resguardarlo del sufrimiento y mantenerlo bajo total control y vigilancia puede no ser tan normal como piensan algunas madres. Esas posturas tendrán un efecto contrario al objetivo primario, que es amparar a quienes amamos.
Con la intención de hacer lo mejor para sus hijos, muchas madres no se dan cuenta de que ese comportamiento puede ser perjudicial, son impulsivas y algunas lo saben, pero no logran hacer nada para evitarlo.
Es importante aclarar que los cuidados básicos no deben confundirse con los cuidados excesivos. El niño necesita de su madre, pero a medida que crece es imprescindible que gane autonomía para lograr un desarrollo saludable.
En ese punto es donde las madres se equivocan. Por querer darle continuidad a todo lo que hicieron por sus hijos hasta entonces, terminan tomando la iniciativa y haciendo tareas que ellos ya deberían hacer solos. Lo peor es que siguen ocupando ese papel durante toda la vida y provocan inseguridad, miedo e inmadurez en sus hijos.
¿Qué hacer?
No intente impedir el curso natural de la vida ni el crecimiento de sus hijos, porque si usted actúa así ahora, imagínese lo que podría suceder cuando crezcan y empiecen a tomar sus propias decisiones. El conferencista Renato Cardoso afirma en su blog: “Los buenos padres aprenden a no salvar a sus hijos de cada problema en que se meten. Ellos entienden que una de las lecciones de vida más eficaces que pueden darles es dejarlos fracasar y enfrentar las consecuencias de sus hechos de vez en cuando. Si usted ha cometido ese error, deje de ser el salvador de sus hijos. Su papel es enseñarles lo que está bien y también vivir lo que les enseña, o sea, darles el ejemplo. El papel de ellos es seguirlo, para su propio bien”.
Entonces, si quiere ser una mejor madre, haga lo siguiente:
No se exija tanto. Permita que su hijo elija. Aprenda a conocerse y a conocer a su hijo. Permita que actúen de forma diferente a usted. No quiera vivir la vida de sus hijos ni proyecte sus sueños en ellos.
[related_posts limit=”17″]