El cráneo es una de las zonas más sensibles y delicadas del cuerpo. Contenedor del cerebro, el “centro de operaciones” del cuerpo humano, debe ser protegido de golpes.
Sin embargo, hay una zona aún más sensible a los golpes: las sienes. Su fragilidad se debe a la delgadez que presenta el hueso en esa región, por lo que una fractura provoca fragmentos que dañan la arteria meníngea media, produciendo un hematoma, la acumulación de sangre entre el cráneo y la duramadre, una de las capas que recubre al cerebro. Por este motivo los golpes en esa región suelen ser letales o dejar graves consecuencias.
Sabrina Rodríguez tuvo una vida muy sufrida, las drogas eran el centro de su vida. Una vez, después de haber consumido le propinó un golpe a su esposo que le afectó la visión, aun así, no podía dejar de ser violenta. En Dios ella encontró la paz que necesitaba y tuvo fuerzas para cambiar, su esposo fue sanado y hoy juntos escriben una nueva historia.
Ella en la adolescencia se volvió muy rebelde debido a una situación traumática y a la situación en su casa. El odio, la bronca y el rencor la invadían. “Quería llamar la atención, por eso me lastimaba y contestaba, salía, tomaba y fumaba, pero no lograba nada más que seguir humillándome a mí misma. Entonces empeoró todo consumía marihuana, cocaína y pastillas. Buscaba a la persona ideal, pero cada relación me traía un nuevo trauma. A los 19 quedé embarazada, ante tanta presión de mi familia decido suicidarme tomando pastillas, no morí, pero perdí el embarazo. Hubo una discusión muy fuerte, llegué a levantarle la mano a mi mamá, ahí tomo veneno para ratas y después ella me echa de casa. Fui a vivir con mi abuela y me perdí en las drogas”.
Cuando ella conoce a quien hoy es su marido, los dos estaban en los vicios. En la relación había violencia, él estaba deprimido y ella no soportaba verlo así, entonces cuando estaba drogada quería hacerlo reaccionar como fuera. “Veía que mi esposo no me amaba, entonces se lo reprochaba, después lo insultaba y llegué a golpearlo, una vez le partí un palo de escoba en la espalda y otra vez lo golpeé con una olla en la sien, a raíz de ese golpe perdía la visión por momentos. Me drogué durante los dos embarazos, no tenía control sobre mí. Para los demás demostraba que salía adelante, jamás mostraba que necesitaba ayuda”.
Cuando llegaron a la Universal se entregaron a Dios, perseveraron en las reuniones y él fue sanado del problema en la vista causado por el golpe y ella cambió completamente. “El primer día que fui a la Iglesia salí livianita, lloré toda la reunión, parecía que el pastor me estaba hablando a mí. Salí tan relajada que decidí seguir participando. Dios me dio fuerzas, esperanza de vida. Una palabra hizo que dejara las drogas definitivamente. Ahora estamos bien, Dios nos transformó”, finaliza sonriendo.
Martes a las 8, 10, 16 y principalmente a las 20hs en Av. Corrientes 4070 – Almagro o en la Universal más próxima a su casa.
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