No es la falta de amor o de las cosas superficiales de la vida. No es tristeza ni alegría. Pero la sensación incomoda, es cruel, parece que hay un agujero en el pecho que crece cada vez más. El alma se inflama como un globo. Ni la mejor condición social minimiza su dolor. Si no fuera por el semblante triste y caído, la víctima no tendría por qué quejarse. Algunos llaman a eso angustia, otros depresión o vacío interior.
Desde el punto de vista espiritual, el vacío del alma no es nada más que la sed de Dios.
Así como un automóvil necesita combustible para andar, algunos aparatos necesitan electricidad para funcionar y el cuerpo necesita alimentos para mantenerse en pie, la presencia de Dios es lo que llena el alma y le da sentido a la vida.
El automóvil no funciona con comida, los aparatos eléctricos no funcionan con nafta y el cuerpo no sobrevive con descargas eléctricas. Del mismo modo, el alma sin Dios perece.
Su vacío es un grito de desespero. ¿Dónde encontrar refugio o medicina que conforme a sus necesidades?
La Palabra de Dios tiene la respuesta:
‘La ley del Señor es perfecta, que convierte el alma…’, (Salmos 19:7).
‘Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo…’, (Salmos 42:1-2).
Secretos y misterios de la fe con el obispo Macedo, todos los domingos a las 18h, en Av. Corrientes 4070 – Almagro y en todas las Universal del país por videoconferencia.
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