El sufrimiento de Analía comenzó de pequeña y tuvo su origen en los vicios de sus padres. “Ellos eran alcohólicos, peleaban siempre y nosotros pasábamos necesidades. Tiempo después, mi papá murió de cáncer y mi mamá se deprimió.
Años después conocí a quien hoy es mi esposo, nos casamos, tuvimos hijas, en sí llevábamos una vida tranquila. Al estar sola en casa con las nenas, empecé a tener amistades, a salir, a dejar mis quehaceres domésticos. Esas mismas amistades empezaron a acercarse a mi esposo y con el tiempo se produjo una infidelidad. En ese punto empecé a sufrir lo que mis padres habían sufrido, la historia se repetía: yo fumaba dos atados de cigarrillos por día, mi esposo tomaba de más, había violencia en casa entre nosotros, a veces no me soportaba ni yo misma, sufría mucho por mi carácter, porque era muy celosa y obsesiva.
Cierto día, mi esposo tuvo que salir de casa y por mis celos, vestí a mis hijas y salí corriendo hacia la estación de trenes pensando en matarme, quería tirarme con las tres nenas abajo del tren. No lo hice porque vi miedo en los ojos de mis hijas. Eso fue lo que me hizo buscar una solución.
Conocí la Universal a través de otra amiga que me había invitado en varias oportunidades. Ese día salí de la iglesia diferente, pude dormir toda la noche. Empecé a luchar por mi matrimonio y gracias a Dios hubo respuestas. Mi marido dejó los vicios, yo empecé a ocuparme de mi familia, de mi casa, hasta dejé de fumar. Hoy tengo paz y tranquilidad, tenemos un matrimonio muy feliz, somos compañeros, mis hijas están bien y tengo mi centro de estética.
La clave está en tener un compromiso con Dios, porque fe tenemos todos. Una vez que nos comprometemos a cambiar y ponemos toda nuestra fuerza en eso, Dios nos honra”, finaliza sonriendo.
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