Cuando usted va a un restaurante, enseguida le traen el menú. Allí le son dadas varias opciones, y usted puede pedir lo que quiera, es libre para eso. El camarero no lo obligará a comer algo, tampoco le traerá algo diferente de lo que usted pidió. Él le trae exactamente lo que usted eligió, o sea, aquello que usted quiere comer y tiene fe para comer, confiando en que será de su agrado.
Este escenario se asemeja a cuando usted llega a la Presencia de Dios. Al aproximarse al Altísimo, Él le pregunta lo que quiere, cuál es su pedido, como el Señor Jesús hizo en el pasado: ¿Qué quieres que te haga? Marcos 10:51.
Pero, en vez de un menú con un número limitado de opciones, Dios le da la libertad irrestricta de pedir lo que usted quiere, ya que Él tiene absolutamente todo disponible y listo para ofrecerle. Son infinitas las posibilidades, y lo que usted pide mide el grado de su fe. Es justamente este grado lo que determinará también el grado de calidad de su vida.
Su pedido muestra la fe que usted tiene en el restaurante y en los profesionales que en él trabajan. Usted no pediría un plato que exigiera cuidados específicos, si no tuviera fe en el cuidado, en la higiene y en la calidad del restaurante. Así también es en relación a los pedidos que usted Le hace a Dios: estos muestran la fe que usted tiene en Su Palabra, cuánto confía en Él y lo que cree que Él es capaz de hacer.
Si usted pide cosas comunes, su fe es común. Si pide cosas extraordinarias, su fe es extraordinaria. Si pide solo cosas terrenas, su fe es tan frágil como estas. Y si pide priorizando las cosas eternas, su fe es tan fuerte como ellas.
Su fe es correspondiente y proporcional a sus pedidos, porque sus pedidos son la propia expresión de su fe.
Semejante al camarero, Dios respeta su voluntad, y le trae exactamente lo que usted pidió. Él no lo obliga a pedir algo que usted no quiere, o algo que no tiene fe para alcanzar. Solo atiende su pedido.
Lo que usted tiene fe para pedir, tiene fe para recibir y disfrutar, y Dios se lo concede. Pero lo que usted no tiene fe para pedir, no tiene fe para recibir ni disfrutar, y Dios no se lo concede.
Si el grado de calidad de su vida es alto, el grado de su fe es alto, porque también es alto el patrón de sus pedidos. Pero si el grado de calidad de su vida es bajo, el grado de su fe es bajo, porque también es bajo el patrón de sus pedidos.
Todo esto se resume en un hecho que, de tan bueno y simple, parece irreal, pero es 100% verdadero: lo que usted pide, usted recibe. El grado de su fe determina el grado de calidad de su vida.