Vasos, ollas y piezas de cerámica deben ser hechas con paciencia y mucho cariño por las manos de un alfarero, que es la persona que moldea y transforma el barro en utensilios. Lo que muchos no saben es que esta profesión es tan antigua como la humanidad.
La producción del alfarero desde sus orígenes es una de las fuentes más importantes para los historiadores, arqueólogos y sociólogos que buscan comprender como vivían nuestros antepasados. “Cada civilización produjo artefactos y utensilios de arcilla y en ellos se expresan, gracias al alfarero, la historia de aquel grupo y su contexto social”, explica Luiz Carlos Rodrigues, historiador, profesor de psicología y especialista en historia social.
Rodrigues afirma que ese profesional tuvo una gran participación en el desarrollo de la escritura. “La escritura era cuneiforme (acuñada en tablillas de arcilla) y debía pasar por el proceso de alfarería.” También encontramos la participación de alfareros en varios pasajes bíblicos (Isaías 64:8 y 18:6, por ejemplo).
“Creo que la referencia más importante encontrada en la Biblia se expresa en la historia de Adán y Eva, que fue cuando Dios creó al hombre, Adán (Génesis 2:1-7) vino del barro y, por las manos de Dios, fue moldeado según Su Imagen y Semejanza”, destaca el historiador.
El proceso exige paciencia y creatividad
A medida que las nuevas tecnologías se fueron desarrollando, el trabajo del alfarero pasó por diversas transformaciones. “Hasta hoy, en muchos lugares remotos, distantes de los grandes centros urbanos, el alfarero desempeña un papel social importante en el grupo”, resalta el historiador.
Luciano da Silva, de 39 años, trabaja como alfarero en la ciudad de Florianópolis, en Brasil, hace casi 20 años,y cuenta que produce sus productos para restaurantes y para decorar casas, entre otros. “Las personas me solicitan para crear piezas únicas, de la forma que ellos quieren. Ese material se somete a un proceso artístico y laborioso, desde la elección del barro hasta el secado final”, afirma.
Según él, el barro pasa por varias etapas hasta convertirse en un vaso, en una olla o en un objeto decorativo. La primera etapa es la elección del barro que, por ejemplo, no puede ser arenoso. “Luego debe ser cernido, humedecido con agua y, después de un largo período de preparación, es puesto en un torno de alfarero, para que podamos desarrollar la forma de la pieza. Una vez hecho esto y el diseño, es momento de ponerlo en el horno a temperatura media de 1000 grados”, explica.
Todo el proceso demora entre 20 a 30 días. La pieza tiene que secarse lentamente, a temperatura ambiente para que no se agriete. Después de esto, uno termina creando su identidad en el producto y las personas comienzan a recomendarlo”, revela.
El muchacho nació en una familia de alfareros, pero tenía el deseo de estudiar ingeniería. En la adolescencia, comenzó a producir piezas para regalar, pero debido al éxito, decidió invertir en esto como una carrera. “Trabajo hace diez años como profesor titular en la Escuela de Alfareros y continúo creando piezas. Mi profesión es apasionante”, dice con orgullo.
Es un trabajo que resiste al tiempo y a los avances.
La profesión está amenazada por la tecnología, pero, al mismo tiempo, es un diferencial en un mundo en dónde la prisa gana espacio. “Eso puede ser malo para algunos, pero para mí es bueno, algo que se destaca. El secreto es poder adaptar tradición y modernidad”, cuenta el alfarero.
Luciano dice que la carrera es adecuada para los que desean tener un trabajo autónomo y les gusta el arte. “No es estresante. La arcilla es un material terapéutico y al producir las piezas termina huyendo de los ajetreos de la vida cotidiana. Por supuesto que el que vive de esto tiene que ser responsable con las encomiendas y plazos, pero con, plena seguridad, es el lugar indicado para los que buscan la tranquilidad y la autonomía”, finaliza.
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