A Romina Pantano su padre la despreciaba sin razón, eso la hacía ser rebelde y ocultar lo que le pasaba. “Mi papá me odiaba, me agredía verbal y físicamente. Me iba a la habitación llorando, angustiada. Odiaba a mi papá, quería verlo muerto.
Mi mamá le dijo que o cambiaba o se separaban. Recuerdo que buscaba el amor que yo no tenía de mi padre en otros hombres, entonces me enamoraba y como mi amor no era correspondido sufría y lloraba”, cuenta.
Ella no quería regresar a su casa, se refugiaba en sus amigos, en las salidas. Cuando los problemas económicos aparecieron, fueron a consultar a los espíritus y todo empeoró. Su madre quedó desempleada, ella pasó a sentir ruidos extraños, tenía insomnio, mucho miedo y dolores de columna y de ovarios. “Una vez fui a consultar a los espíritus porque tenía un dolor en la garganta, me pasaron miel y ruda por el cuello y empeoré, además desde ese día comencé a tener bulimia, tenía problemas con mi imagen, comía y vomitaba, llegué a estar muy delgada. Iba al gimnasio a diario, llegué a hacer mil abdominales por día”, agrega.
En un momento su madre escucha en la radio la programación de la Universal y se acuerda que era la iglesia a la que la vecina la invitaba. Escucharon los testimonios y decidieron ir. “Desde el primer día que participamos de las reuniones comenzamos a liberarnos de todo lo que nos afligía espiritualmente, pude dormir de noche, el odio que sentía desapareció y dejé de ser bulímica. Dios me dio paz y pude perdonar. Toda mi familia cambió, conocí a quien hoy es mi esposo, nos casamos y tenemos tres hijos. Formé la familia que siempre soñé tener y somos muy felices”, finaliza sonriendo.
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