Un norteamericano se sometería a un procedimiento quirúrgico y, por esa razón buscó médicos que le inspirasen confianza y profesionalismo. Durante la cirugía, olvidó el aparato celular conectado y el equipo grabó el audio de todo lo que sucedió mientras él estaba anestesiado.
Al oír la grabación, se encontró con comentarios ofensivos y difamatorios de los profesionales con respecto a él. La anestesista, por ejemplo, lo llamaba de “cobarde” y “retardado”. Él sufrió ataques infames de asistentes y médicos, siendo que los últimos planeaban incluso evitar atenderlo en consultas posteriores.
Lo sucedido fue relatado al periódico The Washington Post y todo el equipo fue llevado al tribunal de justicia. El caso se transformó en un conocido proceso por difamación y prácticas médicas inapropiadas. El paciente obtuvo una indemnización de US$ 500 mil, pero necesitaría mucho coraje para confiar en los médicos nuevamente.
Los hechos que suceden a diario tienen el poder de dar fe de lo que ya sabemos: los principios y valores humanos se hunden más rápido cada día y es muy difícil encontrar respeto y ética hasta donde la ley los exige.
Extrayendo de este hecho una lección, yo no puedo dejar de pensar en las muchas actitudes y palabras que componen nuestra vida. De todo lo que oímos y vemos ¿Qué es realmente verdadero?
Condenamos inmediatamente el comportamiento de los médicos, pero altas dosis de “hipocresía” se ingieren comúnmente en la convivencia diaria con los otros en todas las esferas sociales, lamentablemente. Los ejemplos son muchos. La mujer que es nerviosa con el marido es paciente con el jefe; es correctísima en la iglesia y da mal ejemplo en el trabajo. El hombre está ausente y es avaro en la casa, pero en el trabajo es gentil y, con los amigos, es generoso y presente. El hijo es grosero en la casa, pero es cariñoso con las jóvenes y atento con los amigos.
Las personas están usando cada vez más máscaras para lograr la aprobación de terceros, pues creen que no es conveniente ser ellas mismas. No están dispuestas a pagar el precio. Todo es tan inofensivo que, fingir ser quien no es ,se vuelve algo muy natural.
No se puede enseñar a una persona a ser sincera, pero podemos concientizarla al respecto, para que de esa forma haga sus elecciones.
1- Cuestione su intención al tener ciertas actitudes y, en el caso que note que ha usado máscaras en sus relaciones, abandónelas inmediatamente, antes que ella se caigan;
2- Decida ser transparente, aunque eso le cause problemas. Si tuviese que sufrir, mejor que sea por la sinceridad;
3- Debemos aceptar los buenos consejos, pero no podemos tomar decisiones importantes solamente apoyadas en la opinión ajena y mucho menos para agradar a terceros, como el noviazgo, el matrimonio, la elección de la profesión, los cambios en la apariencia, etc.
Si cada uno vive de una manera sincera, eso saldrá al exterior y no será difícil influenciar a otras personas. Yo creo que es posible ser verdadero en este mundo. El mundo necesita eso.
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