Sucedió en el Monte Hermón
Oiga lo que el Espíritu les dice a todos:
Pedro había sido testigo ocular de muchos acontecimientos que mostraron el poder de Dios. Como por ejemplo:
-La pesca milagrosa.
-Andar sobre las aguas
-La resurrección de la hija de Jairo.
-La multiplicación de los panes y los peces.
-La restauración de la oreja mutilada.
-Ver a su propia sombra curar a los enfermos.
Y muchos otros acontecimientos relatados en la Biblia.
Sin embargo, en sus epístolas, él le da énfasis a una de las experiencias
más significantes de toda su vida, ocurrida en el Monte Santo, el Hermón, el Monte de la Transfiguración.
Dice el Texto:
“Pues cuando Él recibió de Dios Padre honra y gloria, Le fue enviada desde la Magnífica Gloria una voz que decía:
Este es Mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con Él en el Monte Santo.” 2 Pedro 1:17-18
En el Monte de la Transfiguración, Pedro, Santiago y Juan presenciaron al Hijo de Dios siendo honrado por el Padre. Ese acontecimiento quedó marcado en sus vidas.
¡Y esa es nuestra fe! Todas las experiencias que usted tuvo con Dios hasta hoy no se compararán con lo que sucederá en el Monte Hermón.
La propuesta es un verdadero cambio de vida, que ocurre de adentro hacia afuera. Algo que superará a todo lo que usted ya vivió hasta hoy.
De la misma forma que el Hijo de Dios allí fue honrado,
todos los que estén con la vida entregada en el Altar serán también honrados con el derramamiento del Espíritu Santo, la Armadura de Dios.
Es en el Monte Hermón que el Señor ordena Su bendición y la Vida Eterna
Colaboró. Obispo Djalma Bezerra
Natacha Acevedo Santos
Obispo,
Un día llegué a la Iglesia muy mal. Me liberé, pero ese proceso no fue fácil,
pues vivía atormentada por mis miedos e inseguridades.
Dos meses después, me bauticé en las aguas, me entregué porque ya estaba cansada de vivir en la humillación. Quería conocer el amor verdadero y sincero. El día de mi bautismo fue muy especial porque solo sabía reír…una felicidad y una certeza se apoderaban de mi ser. Recuerdo que llamé a mi tía, que es obrera, y le conté, solo ella y yo sabíamos.
Continué mi búsqueda, sin embargo, obispo, después de algunos meses ya no concurría todos los días, fui quedando confusa, perdida en medio de tantos sentimientos y emociones. La culpa me sofocaba, mis pensamientos eran respecto a que Dios estaría decepcionado de mí. Y no lograba perdonarme a mí misma. Eso es muy serio.
Somos demasiado críticos y buscamos la perfección a todo instante. Si algo se sale de control, nos martirizamos con críticas y culpa.
Obispo, las dudas son grandes pasos hacia el infierno. Y así estaba yo: perdida.
Yo tenía solo fe emotiva, todo movido por el llanto y mucho sentimiento. La emoción estaba al frente de todo, era débil, no tenía compromisos con Dios, no ayunaba, oraba muy pocas veces y no leía la Biblia.
¡Todo se encaminaba!
Hasta que fue anunciado el Ayuno de Daniel, una oportunidad para acercarme a Dios.
El día 19 a las 14.01 recibí una llamada, era mi hermana para avisarme que mi hermano había sufrido un accidente de moto.
Luís Enrique Acevedo, 17 años.
Vivimos en ciudades diferentes, entonces me correspondió a mí avisarle a mi madre que estaba trabajando.
Cuánta desesperación, noticias desencontradas. Recuerdo que cuando llegamos al hospital, unas 3 horas después, oíamos los gritos de él desde afuera, nos quedamos un tiempo esperando verlo pasar en el corredor, quería verlo, quería poder decirle que estaba allí.
Qué susto cuando lo vi, no parecía ser él, no parecía humano.
El rostro desfigurado, la cabeza era enorme.
Recuerdo a mi madre sosteniéndole las manos y diciendo: “Hijo, ¡yo estoy aquí!”
Y subió a terapia intensiva.
Mi madre me dijo que él no lograba respirar.
Al día siguiente, el 20, la noticia: traumatismo craneano, los huesos de la cara casi todos fracturados, algunos dientes rotos, afectados todos los órganos, derrame en la pleura, pulmón perforado y traumatizado.
Mi hermano iba a tener que ser entubado, porque no lograba respirar, estaba corriendo riesgo de morir, el estado era grave.
Qué tristeza, qué miedo. La escena de él entubado en una cama me perturbaba.
¿Sabe obispo? Una semana antes él les había pedido perdón al abuelo y al padre, estaba frecuentando la iglesia, ya había recibido una invitación de la Fuerza Joven y estaba decidido a entrar, devolvió el diezmo. Había sido una transformación del agua al vino.
Yo intentaba estar firme, elevando el máximo posible mis pensamientos a Dios, pero confieso que estaba confusa.
Al tercer día, la noticia de que corría riesgo su vida y de que su recuperación tardaría mucho. Le hicieron un drenaje por la nariz y lograron sacar un poco de sangre de la cabeza. Sin embargo, no podían mantener el tubo de respiración por la boca, debido a que el trauma había sido en toda la cara. La solución sería una traqueotomía.
Mi madre tuvo que firmar porque la vida de él dependía de eso, ya que no conseguía respirar.
Otro golpe, quedé súper mal y todo me oprimía cada vez más.
Agarramos firmes el Ayuno de Daniel, ayuno por su vida y mucha oración.
Al cuarto día, los tubos continuaban, pero al cuadro se sumaba la neumonía. Ya no tenía palabras, eran solo gemidos.
Estaba presa a una mezcla de sentimientos y emociones que me hicieron callar.
El mismo día, algo me marcó mucho, al oír hablar de las secuelas que el accidente dejaría, que incluso podría no acordarse del padre ni de la madre, ¡me indigné!
“No es justo, ¡Dios es Perfecto y hace todo con perfección! No, no y no….”
Obispo, fue el día en el que todo se confundió, amor, rabia (no hacia Dios), compasión, miedo, paz, indignación.
Siempre había deseado para él un futuro feliz, una linda familia, hijos sanos. No podía creer de ninguna manera que quedaría limitado, porque mi Dios lo había hecho perfecto.
Allí, adentro del baño, hablé con Dios:
“Mi Dios, mi Padre, necesito Tu Espíritu. Tú oíste la oración de Manasés, ¿por qué no oíste la mía?”
De rodillas, Lo llamé, y él en Su infinita misericordia me rescató.
Al beber de ese vaso con agua, mis pensamientos eran solo cosas buenas, cosas con certeza y verdad. Nada de duda, ¡solo certeza!
Una película pasó por mi mente, mi bautismo, los gemidos, los dolores, las risas, en fin, la paz que tanto había buscado!
Sí obispo, encontré nuevamente la paz.
Alrededor de las 18 horas entendí cuán pequeña soy delante de mi Dios, cuán limitada. Porque no tengo noción del tamaño de Su grandeza.
Mi hermano pasó el día respirando solo, ya no tenía ningún aparato más, no va a necesitar hacerse ninguna traqueotomía, está consciente, habla normalmente.
Oró junto a mi tía, y les agradeció a todos por el cariño y las oraciones. (risas)
¡Nuestro Dios es fiel! ¡No existen palabras en el mundo para describir esta certeza, este amor en Cristo! ¡Es maravilloso!
Mi Rey sopló la vida no solo en mi hermano, sino también en mí.
Yo no hablo en lenguas, pero sí tengo el Espíritu Santo. Es maravilloso. Dios me dio exactamente lo que yo Le pedí a tiempo, ¡un espíritu fuerte vencedor para luchar y vencer! La certeza me mueve, no existe espacio para la duda!
Obispo, ya gemí demasiado con mi fe emocional. Quiero hacer diferente ahora, quiero una Fe Inteligente. Voy a buscar incansablemente y no voy a desistir. Vea también cómo me ayudó el Ayuno, ¡estoy fuerte!
Quiero servir a mi Dios de forma inteligente, racional. Quiero fortalecerme en esta fe para que los dardos inflamados del enemigo no me alcancen. Voy a vestirme de toda la Armadura de Dios. Mi fortaleza será construida en la Roca firme, mi deseo es oír la voz de Dios y obedecerlo. Y ganar almas, sí, ¡salvar almas!
Yo voy en esta fe, ¡pues tengo la plena y la absoluta certeza de adónde me va a llevar!
Obispo, gracias por no desistir de las almas afligidas en este mundo, pues yo era una.
En la Palabra que usted ha predicado hay Verdad, y la Verdad me liberó.
Gracias.
Vicente Neto FJU
Buen día obispo Macedo.
Mi situación es como la de Claudia, estoy en la iglesia y no veo resultados en mi vida. Mi ser se está ahogando en la desesperación.
Ayer, debido a eso, ni logré buscar el Espíritu Santo.
Mi voluntad era salir de ese lugar y no volver más. Estaba quedando angustiado, no lograba quedarme quieto. Mi corazón está en lágrimas, estoy desesperado, no sé qué hacer, pues ya fui sincero con Dios cuando usted estaba orando ayer y no sirvió de nada, no vi ningún resultado en mi vida. Estoy perdido y sin dirección, estoy solo y con mucho miedo. Estoy perdiendo la fe…
Respuesta
Vicente, mi querido,
Usted no está perdido, solo y sin dirección.
No está perdido porque ha estado en la Universal.
No está solo porque, a pesar de sus muchos temores y de su desesperación, el Espíritu del Altísimo le asiste día y noche sin cesar.
No está sin dirección porque ahí va lo que usted tiene que hacer ¡YA!
Busque a un pastor de la Universal y pídale que lo libere de todo lo que usted relató. Que él imponga las manos sobre su cabeza y ministre su liberación espiritual.
Ciertamente, usted se sentirá aliviado. Sin embargo, eso no es todo.
Usted tendrá que continuar cavando su propio pozo para beber el Agua Viva.
Estaré orando por usted.
Dios lo bendiga como les ha prometido a aquellos que Lo buscan.