Durante mucho tiempo Roberto Lescano vivió atormentado por los problemas espirituales. “De la nada comencé a tener pesadillas y cuando perdí mi trabajo, eran tan horribles que buscaba no dormir por la noche para evitarlas. Esto repercutió en mi salud porque tuve problemas estomacales, no podía comer nada, solo verdura. Los médicos me dieron el diagnóstico, tenía una úlcera que no tenía solución. De inmediato, busqué ayuda en los curanderos, entonces las pesadillas y el insomnio se intensificaron. Recuerdo que solo dormía dos horas por día”, relata.
Él no entendía porqué estaba sufriendo de esa manera y después de reflexionar se dio cuenta de que se trataba de una maldición hereditaria. Su padre y sus hermanos habían muerto con los mismos síntomas que él tenía. Para ese entonces la enfermedad y los tormentos espirituales le habían impedido conseguir un empleo, “vivíamos de la caridad de nuestros familiares y llegamos a vivir entre palos rodeados con nylon, eso desgastó mi matrimonio”, dice Roberto.
La frustración era tan grande que Roberto la descargaba en sus hijos, sobre todo con Ezequiel, el menor, quien era un bebé recién nacido que tenía una salud muy débil y era considerado una carga por su propio padre. “Para colmo los curanderos me decían que mi hija, Analía, era la raíz de mis problemas, que debía entregarla a los espíritus, pero el rechazo que sentía por mi hijo menor hacía que yo lo viera a él como el problema que debía ser eliminado, estaba tan mal que pensaba en matarlo”, cuenta este padre de familia que estaba atormentado en extremo.
Cuando él llegó a la Universal de Santiago del Estero participó de la reunión de liberación, ese día él pensaba en matar a su hijo menor al regresar a la casa, pero al salir de la reunión se sintió aliviado y comprendió que había una esperanza para su familia. Roberto fue aprendiendo a usar su fe, perseveraba en las cadenas de oración, participó de la Hoguera Santa y su vida iba transformándose. “No fue de un día para el otro, me costó liberarme, pero hoy soy un hombre nuevo, estoy curado y libre de los tormentos espirituales. Mi matrimonio está restaurado y mi familia unida, ya no odio a mi hijo. Económicamente nos estabilizamos y ya no dependemos de nadie, tenemos nuestra casa, trabajo y no nos falta nada gracias a Dios”, afirma Roberto junto a su familia.
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