Elena y John tenían muchos problemas, había muchas discusiones, se llevaban muy mal y eso desgastaba el vínculo entre ellos. “Yo soñaba con realizarme formando una familia, pero no fue así, mi sueño se echó a perder… Hacía diez años que estábamos casados y ya no tenía esperanza de que las cosas fueran a cambiar entre nosotros. Nos agredíamos verbal y físicamente, llegué al extremo de intentar matarlo. Vivíamos para agredirnos y eso no tenía sentido, la vida ya no tenía sentido para mí”, relata Elena al recordar lo difícil que eran esos momentos.
Ella tenía mucho odio y rencor porque había descubierto que él le era infiel. Eso la llevó a convertirse en una persona fría, indiferente, ya no quería demostrarle que lo amaba. “Era una pesadilla vivir así”, agrega.
John recuerda que estaban realmente muy mal, había muchas peleas porque él estaba en los vicios y no tenía la fuerza de voluntad para cambiar, para luchar por una vida diferente ni para salir adelante. “No pensaba en mi felicidad, me ocupaba de las cosas de afuera en lugar de invertir en mi matrimonio y en mis hijos. No luchaba para salir adelante con mi familia. Las discusiones, las peleas, la discordia y los enojos habían logrado que el matrimonio se enfriara”, explica él.
Ella tenía muchos celos y él se dejaba llevar por lo que le decían sus “amigos”, le gustaba salir a bailar y tomar mucho alcohol, en sí no le importaba su familia. “Volvía a la madrugada a mi casa, eso hacía que mi esposa viviera nerviosa, ella me reprochaba por mi comportamiento. Era duro para mí porque mis hijos veían lo que pasaba entre nosotros. Recuerdo que mi hijo, el mayor, que en ese tiempo tenía unos siete años veía que yo tomaba mucho y presenciaba las discusiones, entonces lloraba al vernos pelear por lo mismo una y otra vez”, relata John.
Además de los problemas matrimoniales, también enfrentaban problemas económicos. Vivían de prestado y el dinero no alcanzaba para cubrir sus gastos. El momento más difícil fue cuando Elena y sus dos hijos se fueron de la casa porque no soportaban más esa situación y no contaban con el dinero para pagar el lugar donde estaban viviendo.
“No tenía ni para darle de comer a mis hijos, fue tremendo. En esos momento me invitaron a la Universal y comencé a participar de las reuniones. Perseveré usando la fe y todo fue cambiando paulatinamente. La familia fue restaurada porque la relación entre nosotros cambió y mis hijos pudieron disfrutar de un hogar unido. También fuimos bendecidos en la vida económica y espiritual. La historia de nuestra vida cambió porque nos entregamos completamente en las manos de Dios”, afirma Elena junto a John y uno de sus hijos.
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