Imagínese un lugar en el mundo donde las personas son obligadas a beber sangre y a comer carne humana quemada. E incluso, ya no bastando esa terrible escena, agregue el hecho de que la carne humana es de parientes y amigos. ¿Usted logra imaginarse eso?
Puede parecer ficción, algo de película, pero horrores como esos forman parte de la dura realidad de la población del Sudán del Sur (foto de al lado), país ubicado al nordeste de África, según un informe divulgado por la Unión Africana. Además del canibalismo, la población sufre con casos de violación, mutilación de cuerpos y violencias de diversos tipos. Según con el informe, ” los lugares de oración y los hospitales fueron atacados, la ayuda humanitaria impedida, y las ciudades destruidas”.
El país consiguió la independencia en el 2011, luego de muchas guerras. Sin embargo, la Unión Africana aclara que el conflicto actual tuvo inicio con un desentendimiento entre miembros de la Guardia Presidencial, que ganó proporciones enormes, hasta alcanzar a la población. Ahora, la violencia es incentivada tanto por el Gobierno como por su oposición.
Se estima que el conflicto ya provocó más de 50 mil muertes, con aproximadamente 4 millones de personas afectadas por una gran crisis de hambre y miseria.
La dureza del corazón del hombre
La Biblia cuenta un episodio (Marcos 3.1-6) en el que el Señor Jesús restaura, dentro de una sinagoga, la mano seca de un hombre. Pero, las personas que observaban aquello eran perversas, tenían el corazón duro, y no tenían amor por el prójimo.
Aquellas personas le deseaban el mal a Jesús, y no les importaba la condición del hombre enfermo. No tenían interés en hacer algo bueno por aquel enfermo. Jesús, al contrario, fue el único que se acercó con la intención de curarlo, o sea, hacerle bien.
Esa escena nos muestra lo cuan egoístas eran las personas que estaban alrededor de Jesús y sin compasión, ellas buscaron en la sinagoga tan solo los propios intereses y no tenían consideración por la vida. Lo interesante es que Él lo notó, de modo que la Biblia narra ese momento de la siguiente manera:
“Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.” Marcos 3:5
El Señor Jesús estaba indignado y entristecido con la dureza del corazón de aquellos hombres. Lamentablemente, así ha sido en los días de hoy: guerras y conflictos son originados por deseos egoístas, no hay comparación ni valor por la vida. Tener consideración por los pensamientos y los sentimientos del otro es considerado casi un “sentimiento de debilidad”. No hay espacio para valorar el respeto y la dignidad al prójimo.
Jesús, que curó la mano de aquel hombre, ¿estará de acuerdo con la banalización de la vida? Con seguridad, no.
Por eso, día a día, tenga cuidado para no convertirse en un instrumento del mal, que causa problemas y tristeza en la vida de los demás. No deje que la maldad y la dureza se apodere de su corazón y de sus pensamientos. Al contrario, piense en lo que Jesús haría en su lugar.
Si usted está pasando por problemas y desea ayuda, participe en una Universal más cercana a su hogar. Usted recibirá una atención y orientación espiritual. Vea la dirección aquí.
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