En esto sabré que Te he agradado: en que mi enemigo no triunfe sobre mí. Salmos 41:11
La respuesta de Dios en relación a la condición espiritual de David se daba en el campo de batalla.
Los momentos que decidían si David tendría la victoria o no sucedían antes del combate. No eran las armas que él usaba, el número de soldados que tenía o la estrategia empleada, sino reconocer su dependencia de Dios.
Esta dependencia era observada cuando David levantaba un altar y presentaba un sacrificio perfecto, que subía hacia el Señor como aroma suave. Eso se repetía siempre, momentos antes de que su ejército luchara.
El sacrificio le garantizaba a David tener al Propio Señor de los Ejércitos yendo delante de él para combatir a sus enemigos. La victoria estaba asegurada.
Gedeón también, con pocos hombres, trompetas y cántaros en las manos, destruyó a un enorme ejército de madianitas. Eso solo fue posible porque derrumbó el altar de Baal, levantó un altar al Señor y presentó, en sacrificio, el toro que representaba el sustento de su familia. Dios inmediatamente “compró la pelea” de Gedeón.
EL SEÑOR marchará como guerrero; como hombre de guerra despertará Su celo. Con gritos y alaridos Se lanzará al combate, y triunfará sobre Sus enemigos. Isaías 42:13
Es seguro que quien no considera tener al Señor al frente de la batalla, consecuentemente, terminará lamentando por el fracaso.
Colaboró: Pastor Paulo Cezar