¡Dios escoge las cosas necias para avergonzar a las sabias! Me crié en la iglesia, pero, a los 13 años, decidí abandonar al Señor Jesús y vivir lo “colorido” del mundo. A los 17, me enamoré, quedé embarazada y fui abandonada. Comenzaron mis frustraciones.
Tuve a mi hija, y enseguida conocí a otro muchacho, quedé embarazada y fui abandonada. Pasado 1 año, conocí a un muchacho que estaba preso, me enamoré nuevamente y, mi Dios… Comencé a llevar drogas al presidio donde él estaba. Era adicto al crack, y yo ganaba mucho dinero por mis servicios, hasta que él comenzó a endeudarse y yo tenía que pagar sus deudas. Quedé embarazada de nuevo.
Pasados ocho años recibió el derecho a la libertad, pero lo abandoné, pues no aguantaba más esa vida. Vivía recibiendo golpes, pasando hambre con mis hijos, y él me obligó varias veces a tener relaciones sin que yo quisiera, entonces dije basta. Me separé y me fui a “disfrutar”.
En las fiestas me presentaron la cocaína. Consumía una vez a la semana; pero comencé a salir más y, claro, a consumir más. Y mis hijos pasando todo lo malo en esta vida, ¡y a mí no me importaba! Entonces mi hijo fue violado, y verdaderamente sobrepasé el fondo del pozo. Me entregué al vicio, tanto que comencé a prostituirme, y lo hacía a veces a cambio de drogas.
Intentaron matarme varias veces, y Dios, en Su Misericordia, nunca dejó que el mal se llevara mi alma. Todos esos años intentaba volver al Señor Jesús, pero usaba la fe emotiva y terminaba volviendo a la vida incorrecta. En la vida de prostitución, terminé quedando embarazada de un hombre casado, ¡y cuánta vergüenza tengo! Pasados 22 años, vuelvo de mi mundo “colorido” vacía, frustrada, con cuatro hijos de padres diferentes, una miseria desgraciada… Pero con la fe racional. ¡En el último año y medio lloré, gemí, luché, perseveré y VENCÍ!
Me liberé, recibí el Espíritu Santo, todo a causa del abandono, del remordimiento, del sentimiento. Tuve el arrepentimiento sincero y hoy cuido a mis hijos, lucho por la prosperidad, participo de la , estoy en el y tengo la inmensa honra de servir a Dios.
¡Obispo, que Dios lo bendiga a usted, a su familia y a esta obra!
Fernanda Oliveira