No todos se casan, pero si un hombre y una mujer deciden hacerlo, hay dos cosas que deben dejar bien claro desde el principio.
1) Como matrimonio, nuestro compromiso es con Dios. Viviremos una vida de acuerdo con Él. Seremos personas íntegras y daremos lo mejor de nosotros en todo lo que hagamos.
2) Debemos establecer que como matrimonio nuestro compromiso es mutuo. En ocasiones podremos estar en desacuerdo, decir cosas que no debemos, quizás protestar y hasta enojarnos. Pero al final, nos perdonaremos, y seguiremos adelante. Separarse no es una opción. Estamos comprometidos el uno con el otro, pase lo que pase. Si toman la separación como opción o alternativa, entonces siempre encontrarán una justificación para separarse: Hay quien dirá: “Es que no somos compatibles. Es que lo intentamos, pero ya no hay amor”. La verdad es que no hay dos personas que sean totalmente compatibles. Tenemos que aprender a ser uno solo. Eso significa que habrá que renunciar a ciertas cosas y dejar pasar por alto otras, para el bien de la relación.
No existe el cónyuge perfecto. Quédese con su cónyuge y haga que la relación funcione.
Cuando surjan los desacuerdos, aprenda a estarlo del cuello para arriba. Que no baje al corazón. Simone y yo no siempre estamos de acuerdo, pero acordamos estar en desacuerdo. Cuando presente sus razones, no intente hacer que el otro cambie de idea. Déle el derecho de tener su propia opinión. Si no puede ser feliz a menos que le den la razón, entonces sencillamente está intentando manipular a su pareja.
Mientras busquemos la discusión e intentemos obligar al otro a darnos la razón, siempre habrá conflictos en casa. Y donde hay conflicto hay confusión. No hay cosa peor que vivir en un hogar donde hay tensión, porque todos son afectados por ella.
Cuando sienta la tentación de explotar y decir palabras que lastiman, hágase un gran favor: Respire hondo, espere unos diez segundos y piense antes de hablar. Hay palabras tan filosas como un cuchillo. Las dirá en cuestión de segundos, pero quien las oye podrá seguir sintiendo su efecto tres meses más tarde.
Jamás amenace a su marido o a su esposa con el divorcio. He oído parejas que dicen el uno al otro: “Bueno, si vuelves a hacerlo, me voy”. O, “Si no haces tal o cual cosa, me iré”.
Ni siquiera permita esas palabras en su hogar. Sus palabras tienen poder creativo y cuando dice algo así, sólo está dando lugar al diablo para hacer que eso suceda. Además, la Biblia nos dice que podemos “enojarnos, pero no pecar” Efesios 4:26. Es cierto que a veces nos enojaremos. Pero no por eso tenemos que estallar y decir cosas horribles que dañen nuestro matrimonio. Aprenda a dar un paso atrás para pensar y analizar lo que está a punto de decir.
Intente crear un ambiente lleno de alegría, diversión y risas en su hogar. Todos pasamos por momentos de tensión. Todos sentimos la presión. Todos tenemos desacuerdos, pero no deje que esas cosas perduren. Muchas veces la terquedad es lo que arruina todo: “Bueno, sé que no debo decirle esto, pero me enoja tanto que le diré de todos modos”. O, “Claro que sé que tengo que perdonar, pero no quiero. De modo que voy a castigarlo o castigarla durante un par de semanas”. No entre en esos juegos de niños y haga lo que sea necesario para mantener la paz en su hogar.
Este 30 de enero cumplimos 18 años de casados, Simone y yo no estamos de acuerdo en todo. Pero sí estamos comprometidos en todo. Comprometidos con nuestro hijo y más que todo con la obra de Dios. De antemano nos comprometimos a trabajar por resolver toda diferencia que pudiera haber entre los dos.
Hay personas que se comprometen a tener paz mientras dure el noviazgo, o aun durante los primeros años de matrimonio, siempre y cuando todo sea color de rosa. Pero ¿qué pasa cuando las llamas pierden intensidad? En lugar de un romance apasionado, ahora está recogiendo medias sucias o lavando calzoncillos apestosos. Para eso hace falta compromiso. O, cuando eran novios, quizás ella siempre estuvo linda como una princesa. Nunca la vio despeinada y sin maquillaje. Ahora, despierta por la mañana y dice “¿Qué mujer es esta?”.
Salomón fue el hombre más sabio que ya existió. Su libro de sabiduría anima a los maridos para que miren a sus esposas a los ojos para decirles “Hay muchas mujeres hermosas en el mundo, pero tú le ganas a todas”. Salomón comenzaba su día elogiando y animando a su esposa.
Maridos, ¿Pueden imaginarse cómo serían de buenas nuestras relaciones si comenzáramos a elogiar a nuestras esposas de este modo? Hay mujeres que no han oído un elogio en años, no porque no lo merezcan, sino porque no son apreciadas. Sólo oyen críticas o reproches.
Escuche con cuidado las palabras y el tono de su voz cuando habla con su cónyuge. ¿Se queja todo el día y le dice qué cosas hace mal? ¿O hace como Salomón elogiando y animando a su cónyuge?
Cantares de Salomón, es una historia de amor escrita en la Biblia. En ocho cortos capítulos, Salomón elogia a su esposa cuarenta veces. Escribe sobre su fuerza, belleza e inteligencia.
Algún marido me dirá: “Es que no conoces a mi esposa”, “Le encanta discutir. Ella es la del problema. Es difícil convivir con ella”.
Tal vez sea como dice. Pero si comienza a elogiarla, si le dice lo linda que está, lo contento que se siente por tenerla en su vida, cuando hable lo bueno, conseguirá que fluya lo bueno. Si habla de lo negativo, hará que fluya sólo lo negativo. De usted depende.
Maridos, aprendan a elogiar a sus esposas y vivirán felices con ellas. Ellas responderán al elogio y a las palabras de aliento. No hace falta ser poético. Sencillamente, pueden decir de corazón: “Eres tan buena madre y tan buena esposa conmigo. Me siento tan feliz de poder contar contigo en todo momento”.
Si trata a su esposa como una reina, ella estará mucho más dispuesta a tratarle como un rey. Como marido tiene que entender que su esposa necesita de sus elogios y de su aprobación. Eso es una necesidad si quiere que su matrimonio sea saludable y duradero.
Como Salomón, adopte el hábito de mirar a su esposa y decirle: “Eres hermosa. Estoy feliz de tenerte. Hay muchas mujeres bellas, pero para mí, tú eres la más linda”. La Biblia dice que la esposa refleja la clase de marido que tiene.
Si Simone apareciera en público con mala cara, despeinada, con ropa arrugada o sucia, su aspecto y postura serían un reflejo malo de lo que soy. Yo tendría que examinar mi vida y preguntarme: “¿La estoy tratando bien? ¿La hago sentirse segura? ¿Sabe que estoy orgulloso de ella?”.
Esposos, miren a sus esposas y vean lo que ellas están reflejando. Su esposa debe ser vista como una mujer fuerte, confiada, bella, radiante y sana. Que sea notorio en su sonrisa, en su forma de hablar y caminar que tiene un marido que la ama.
Como el escritor de Proverbios 31 elogiaba a su esposa, sus hijos se levantaban y la elogiaban también. Cuando un esposo elogia a su esposa, los hijos seguirán su ejemplo. La manera en que un hombre trata a su esposa tendrá un profundo impacto en cómo sus hijos tratarán y respetarán a su madre. Los tonos de voz, el lenguaje corporal y la actitud son cosas que los niños reciben de manera inconsciente.
Papá: su hija muy probablemente se case con alguien que se parezca a usted. Si es altanero, si no respeta a los demás, si insulta a su esposa o le dice cosas hirientes, no se sorprenda si su hija se enamora de alguien con esas mismas características. Trate a su esposa como quiere que alguien trate a su hija en el futuro.
Oí que alguien dijo: “Si un hombre le abre la puerta del auto a su esposa, o tiene un auto nuevo o tiene una esposa nueva”. Es posible que nos haga falta volver a una sociedad donde los hombres respeten y honren a las mujeres.
La masculinidad de un hombre de verdad no se ve afectada porque le abre la puerta del auto a su esposa. Tener los genitales masculinos no significa que sea hombre. Usted es hombre de verdad si cuida a su esposa y a su familia. Si protege a sus hijos, es hombre. Saber elogiar a su esposa, hacerla feliz con sus hijos: ¡Eso es ser hombre de verdad!
Es posible que no le hayan criado en ese tipo de ambiente, pero usted puede establecer un nuevo estilo de vida.
Papá: Todos los días, así como elogia a su esposa, tiene que elogiar y motivar también a sus hijos. Mire a los ojos a su hijo o hija y dígale: “Estoy tan orgulloso de ti. Pienso que eres genial. No hay nada que no puedas hacer”. Sus hijos le necesitan. Si lo hace estará contribuyendo a la formación de su identidad. Y si como padres estamos demasiado ocupados, o no estamos nunca, o quizá sólo los corregimos sin nunca elogiarlos, nuestros hijos no tendrán la confianza en sí mismos, ni la seguridad que necesitan.
Hay momentos en que el padre no puede estar presente porque tiene otras responsabilidades, pero tendrá que esforzarse por mantener en orden sus prioridades.
No hay éxito profesional que pueda compensar el fracaso en el hogar. Algunos hombres han tenido “éxito” en los negocios pero sus hijos crecieron sin una figura paterna.
Padres: Traigan a sus hijos a la iglesia. No los manden solos sin acompañarlos. Asistan a sus partidos de fútbol. Conozcan los amigos de sus hijos. Escuchen la música que ellos escuchan. Los niños buscan dirección y guía.
Cuando ese joven viene a buscar a su hija para salir, recíbalo en la puerta de su casa y hágale saber que hay un hombre en la casa que cuida a la joven. Padres, madres, maridos y esposas, tenemos que cuidar de nuestra familia. Si la cuidamos, Dios la cuidará también.
Obispo Silva
…El matrimonio, sin embargo, es un compromiso. No es un sentimiento.
Hay una historia verídica sobre el director de una universidad. Un hombre muy respetado como líder, cuya esposa tuvo mal de Alzheimer y su condición empeoraba con el paso de los meses. Después de algún tiempo, la enfermedad había afectado tanto su mente que ni siquiera podía reconocer a su marido. Como tenía una buena posición económica el hombre pudo contratar enfermeras para cuidar a su esposa. Un día, anunció a la junta de la directiva de la universidad que renunciaría para poder cuidar a su esposa el tiempo completo. Los miembros de la junta de la directiva intentaron convencerlo de lo contrario y le rogaban para que él se quedara. Uno de ellos preguntó: “Con todo respeto, señor ¿por qué insiste en renunciar? Su esposa ni siquiera lo reconoce”. El director de la universidad lo miró a los ojos y respondió: “Hace más de cincuenta años me comprometí con esta mujer. Ella tal vez no sepa quién soy yo. Pero yo sí sé quién es ella”.
Esa es la clase de compromiso que nos hace falta hoy en día en nuestras relaciones.