El sufrimiento de Sabrina Sanabria comenzó cuando quedó embarazada y su pareja no quiso hacerse cargo de su hijo, entonces ella entró en depresión y recurrió a los espíritus para ver a su pareja humillada. “Salía con hombres solo para hacerlos sufrir, pero en ese intento de vengarme quien sufría era yo porque era usada y dejada”.
En la casa de los espíritus le habían dicho que su vida iba a cambiar, por eso hacía todo lo que le indicaban, incluso obedecía cuando la obligaban a tomar whisky, eso hizo que su hijo naciera con problemas para hablar.
“A medida que él crecía tartamudeaba y se comunicaba por señas, me decía que algo lo asustaba, se despertaba llorando a la madrugada, después se acercaba y me decía que la policía me iba a sacar muerta de la casa, eso me desesperaba. En ese tiempo yo pensaba en suicidarme…”, cuenta Sabrina.
Su pareja regresó humillado, había funcionado su venganza, pero él la engañaba. Se separaron y comenzó una relación con otra persona, su expareja fue a buscarla y ella regresó con él estando embarazada, a partir de ese momento él siempre le recriminaba que tenía un hijo de otro hombre.
Había mucha violencia verbal en la relación, “quería matar a mis dos hijos y suicidarme porque no soportaba vivir así. Quería que mi marido sufriera, por eso planeaba que él encontrara a mis dos hijos muertos y a mí ahorcada. Pero pensé en matarlo también porque era injusto que yo muriera y el siguiera vivo”, destaca.
El dinero no rendía a pesar de que él tenía un buen trabajo. Sus hijos le pedían comida y ella no tenía nada para darles. En un momento ella ve la programación de la Universal, como tenía la columna desviada y se desmayaba tres veces por día, al escuchar que había una salida, decide acercarse a la iglesia. “Hacía tres días que no dormía y al escuchar un testimonio, dije que teníamos que ir ese mismo día. Fuimos caminando más de veinte cuadras, me costó entrar, pero al tocar el manto fui sanada, se me fueron los dolores de cabeza, el peso sobre la espalda desapareció. Ese día, al salir le dije a mi esposo que ese era el lugar que estaba buscando. Perseveré en las reuniones y la depresión y la angustia ya no son parte de mi vida, Hoy mi matrimonio es una bendición, el pasado quedó atrás, somos felices porque hay amor y fidelidad. Mi hijo habla bien, además compramos nuestra casa propia. Puedo decir que toda mi vida fue transformada”.
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