La comunicación es una necesidad biológica del ser humano. Desde que nacemos tenemos el deseo de comunicarnos y, a medida que nos desarrollamos, expresamos nuestras ideas y pensamientos.
Hoy las redes sociales son consideradas como el nuevo y más atractivo medio de comunicación. Las redes sociales deben ser para nosotros un instrumento que nos comunica, que libera informaciones al instante a las que, sin ellas, hubiera sido mucho más difícil o casi imposible acceder. Gracias a ellas también podemos llegar fácilmente hasta alguien que está en el otro extremo del mundo.
Si las usamos con inteligencia y moderación, funcionan para lo que fueron creadas. Si la relación que se establece es la de servicio, información, educación, entretenimiento, en fin, si son una herramienta útil en nuestras vidas, no hay nada de malo en ellas.
Pero, la sobreutilización sin control de las redes sociales tiene sus consecuencias, que pueden llegar incluso a provocar síntomas de potenciales problemas de salud mental en el futuro. El problema aparece cuando se nubla la realidad, cuando se pierde la noción de lo que las redes sociales significan, y ellas empiezan a “manejarnos”.
A veces se tiene una personalidad en la red social y otra en la vida real, o la persona piensa que depende de Facebook para ser valorada o no por el resto de los seres humanos.
Es entonces cuando estamos ante un verdadero problema, ya que es muy peligrosa la confusión de sentirse más considerada por tener más “amigos”, más “me gusta”, más fotos publicadas, y abrir peligrosamente las puertas de la vida personal al mundo virtual.
Cuando la vida virtual se confunde con la real, los usuarios incluso confunden el significado de la palabra amigo, ya que un amigo es mucho más que un “contacto” de Facebook y, lo que es peor, se desdibuja el límite de la privacidad y cambian para mal los valores en la vida.
Por eso es importante que, como en todo, usemos la fe inteligente para relacionarnos con las redes sociales y que sean algo que esté a nuestro servicio y no algo que nos perjudique. Hagamos buen uso de las redes sociales y, como en todo en la vida preguntémonos: Si hubieran existido hace miles de años, ¿para qué las hubiera usado el Señor Jesús?
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