Jonathan llegó a la reunión de sanidad con deseos de recibir un milagro para su hija. Esta su historia: “Cuando mi esposa estaba embarazada, los médicos decían que todo iba bien y que mi hija iba a nacer con 3,500 kg. Pero tuvieron que hacer el parto de urgencia y nació con un 1,400 kg, tenía el tamaño de una mano. Estuvo en terapia intensiva y los médicos decían que tenía seis horas de vida. Mi esposa también estaba en terapia intensiva. Había perdido mucha sangre y tuvo cuatro infartos. Los pronósticos eran malos, los médicos me decían que no me ilusionara y que mi esposa era la que tenía más posibilidades de salir adelante. Entonces, comencé a ir todos los días a la iglesia y, en la reunión de sanidad, me entregaron el aceite para ungirla, pero donde ella estaba no podía ingresar con elementos. Hasta que una enfermera me dijo: ‘Si desea hacer algo más por su hija, hágalo’. Me permitieron abrir la cápsula de donde ella estaba, le ungí la frente y determiné que se iba a sanar. Al día siguiente, el médico me dijo: ‘No sé cómo hizo, pero pasó la noche. Continúe con lo que sea que esté haciendo’
Sin embargo, los doctores me decían que, si salía adelante, iba a tener dificultades para respirar, hablar, ver, que no iba a ser una niña normal. Continué ungiéndola a diario, aunque mis familiares me decían que desistiera y que luchara solo por mi esposa. Yo seguí adelante, mi hija se recuperó, hoy tiene seis años y está sana. Dios hizo el milagro”
Asiste a la Iglesia Universal ubicada en Rioja 1448, Mendoza.
Tenía cáncer de tiroides Y DECIDIÓ TOCAR EL MANTO
“Los médicos me habían diagnosticado cáncer de tiroides. Tenía un bocio grande en el cuello, pero no acepté la enfermedad. Estaba segura de que no iba a morir de eso. Cuando me quisieron operar, me negué. Todos los martes asistía a las reuniones de sanidad en la Iglesia Universal y toqué el manto. Tiempo después, me hicieron una tomografía y allí salió que tengo una cicatriz en el cuello, como si me hubieran operado. ¡Jesús me operó!”