Mónica: “Mi nieto, empezó a tener fiebre de la nada. La primera vez que lo llevaron al médico, supuestamente tenía anginas, pero la fiebre no bajaba. Cuando lo volvió a llevar, le diagnosticaron hepatitis.
En el hospital no podían ayudarlo de ninguna manera, estuvo así 5 días. Él estaba conectado a 17 aparatos, pasó por 25 transfusiones de sangre, dos operaciones de hígado, le hicieron transfusiones de plasma y plaquetas. También tuvo un riñón artificial y trombosis en las dos piernas.
También le entró una bacteria en la sangre y tuvo un shock séptico. Él tenía apenas dos años y medio, para la ciencia no había nada que hacer.
En la segunda cirugía tuvieron que extirparle un pedacito de hígado, lo pusieron en coma farmacológico. Le corrían las lágrimas, fue muy duro.
En el primer parte médico, la jefa de Terapia Intensiva me dijo que él tenía pocas probabilidades de vida, mi hija, su madre sufrió mucho. Estaba a punto de morir, dijeron que le quedaba una hora, que más que eso no iba a vivir. Estuvo luchando entre la vida y la muerte. Lo ungía con aceite santo de la cabeza a los pies.
Estuvimos tres meses luchando por él, fue muy doloroso y triste, pero Dios nunca nos abandonó, en ningún momento perdí la esperanza. Hice un voto con Dios y ahora está perfectamente bien. No tiene secuelas, no me alcanzará la vida para agradecerle a Jesús lo que hizo en la vida de mi nieto”.
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