Existe una voz que siempre quiere opinar dentro suyo, como la voz de la serpiente que tentó a Eva en el jardín del Edén. Es la que siempre tiene algo negativo para añadir, del tipo: “No lo vas a lograr”, “Para qué tanto esfuerzo”. Es decir, que siempre está intentando amedrentarla. Es como la voz que dice: “No pasa nada, Dios entiende que la carne es débil” o “Él entiende que usted necesita mentir, pues no hay otra elección”
La voz de nuestro “yo” quiere prevalecer siempre, sin pensar en las consecuencias. Por supuesto, el diablo no pierde tiempo, ya que sabe lo que desean sus ojos y se encarga de preparar una trampa.
Entonces, ¿como oír la voz de Dios, la voz de la fe? Cuando usted conoce muy bien a una persona, sea un familiar, o un amigo, reconoce su voz, inclusive por sus pasos, se da cuenta que está llegando. Su convivencia con esa persona las volvió tan próximas, que de alguna manera sabe cuando está cerca.
¡Así es la voz de Dios! Mientras más interés tenga en oírla, en conversar con Él, en hacer de Él su amigo, más sencillo será distinguir cuándo está oyendo Su consejo y le será más fácil saber lo que espera de usted. Para reconocer la voz de Dios, necesita conocerlo, cuando el Señor habla, no hay lugar para las dudas.
Fuente: vivianefreitas.com