Jacob engañó a su padre, Isaac, haciéndose pasar por Esaú, su hermano mayor, para poder recibir la bendición que le correspondía al primogénito. Al enterarse, Esaú juró matar a su hermano por su accionar.
Jacob huyó de la casa de su padre y se quedó sin su herencia. Fue a vivir con su tío Labán y se enamoró de su prima, Raquel. Para poder casarse con ella trabajó siete años, pero Labán lo engañó y le dio a su hija mayor. Como en aquellos tiempos estaba permitido tener más de una esposa, Jacob trabajó otros siete años para poder casarse con Raquel.
Cuando decidió abandonar la casa de su suegro, tomó todo lo que tenía y partió rumbo a otras tierras. En el camino se encontró con un ángel y, como este se rehusó a bendecirlo, Jacob luchó con él toda la noche. Finalmente, consiguió lo que quería: el ángel le dio la bendición que lo acompañaría por el resto de su vida y que sería transmitida a todas las generaciones posteriores.
Además, el ángel le dio un nuevo nombre, “Israel”, que significa “aquel que luchó con Dios”. Al día siguiente, Jacob se reencontró con su hermano, que ya lo había perdonado después de tantos años.
La historia de Jacob nos muestra la importancia de querer estar cerca de Dios, al punto de luchar por Su bendición. Él pagó por su error, fue engañado por su suegro y trabajó duro para poder conquistar lo que quería.
Jacob se mostró arrepentido por lo que había hecho con su hermano y hasta luchó con un ángel para probar que realmente quería las bendiciones de Dios.
Una lección para emprendedores
Imagine a un empresario que engaña a un familiar o a un cliente en nombre del éxito. La justicia Divina puede tardar, pero no fallará y se hará efectiva.
Jacob podría haber dejado su trabajo y continuar de acuerdo con los preceptos de Dios, pero tuvo que aprender la lección e, infelizmente, lo hizo del modo más difícil: por el dolor.
Jacob terminó bendecido, con su vida transformada. Eso está representado en su nombre, Israel. La bendición Divina pasó a sus hijos y, a través de ellos, a nosotros.
¿Usted ha luchado para tener una nueva identidad, tal como hizo Jacob? Si todavía no lo hizo, ¿qué espera? Tome una actitud vencedora, ¡piense y actúe!
La obediencia es la clave
“Llegué a la iglesia con deudas, en la miseria total, no tenía ni para darle de comer a mis hijos, nuestro emprendimiento estaba quebrado. Un día, mientras estaba vendiendo cosas en la calle me invitaron a la iglesia. Obedeciendo lo que me decían los pastores y usando la fe cambió mi visión y la de mi esposo.
Fuimos a un mayorista de materiales y, sin un centavo, nos dieron lo que necesitábamos para reconstruir nuestra empresa productora de verduras para ensaladas. En dos semanas la empresa quedó terminada y, en dos meses, pagamos las deudas y ganamos lo que no habíamos ganado en cinco años de trabajo. Luego compramos nuestro auto 0 km, ahora tenemos una vida de calidad gracias a Dios”.
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