“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque el SEÑOR, tu Dios, estará contigo en dondequiera que vayas.”
(Josué 1:9)
Dios no cumple las promesas en nuestra vida de acuerdo con nuestros méritos, sino de acuerdo con nuestra fe. La fe ejercitada, la fe asumida. Usted tiene una fe grande en Dios. Ha atravesado desiertos y ha mantenido su fe. Ha sido lanzado a la cueva de los leones y ha mantenido su fe. Ha sido lanzado al horno de fuego siete veces más caliente, pero ha mantenido su fe.
Usted ha tenido fe para soportar los tropiezos de la vida, las injusticias, las persecuciones, las tribulaciones. Pero en lo que se refiere a las conquistas de los sueños que le gustaría que fueran materializados en su vida, su fe no ha tenido fuerzas para alcanzarlas. ¿Por qué?
El hecho es que no siempre tenemos valentía de poner la fe en evidencia. Necesitamos tener valentía para ejecutar la voluntad de Dios. Necesitamos tener valentía para realizar lo que Dios no va a hacer por nosotros, pues somos nosotros mismos los que tenemos que hacerlo.
Dios no entregó la Tierra Prometida con facilidades. Él le dijo a Josué que estaría con él. Dijo que Josué haría entrar al pueblo a la Tierra Prometida. Sin embargo, Josué necesitaba tener valentía y luchar por lo que Dios había prometido. Él da la promesa, pero tomar posesión de esa promesa exige actitud. Es así como funciona la fe. Cuando Él nos da la fe, espera que nosotros tomemos actitudes de valentía para que esa fe sea materializada. Entonces, ante la actitud de valentía, esa promesa se materializa en la vida de la persona que cree.
Tome actitudes de valentía para que la fe sea materializada.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo