“Amó la maldición, y esta le sobrevino; y no quiso la bendición, y ella se alejó de él.” Salmos 109:17
¿Cómo puede alguien amar la maldición?
Cuando nos referimos a una maldición, enseguida viene a la mente alguien que rogó que una plaga cayera sobre otra persona, como de padre a hijo, de exnovia a exnovio, etc. Sin embargo, la maldición es la esencia del pecado actuando en el interior de una persona, así como la bendición es la esencia del Espíritu de Dios actuando en el interior de una persona.
Si alguien se rinde al placer del pecado, está rindiéndose a la maldición, vea la situación de José de Egipto:
“Sucedió después de estas cosas que la mujer de su amo (la maldición) miró a José con deseo y le dijo: Acuéstate conmigo (…)
Pero él rehusó (…) Y ella insistía a José día tras día, pero él no accedió a acostarse con ella o a estar con ella.
Pero sucedió un día que (…) ella (la maldición) lo asió de la ropa, diciendo: ¡Acuéstate conmigo! Mas él le dejó su ropa en la mano, y salió huyendo afuera.” Génesis 39:7-12
Hoy no es diferente, el pecado (maldición) todos los días ha invitado a muchos diciendo “Acuéstate conmigo”.
El adulterio ha dicho: “Acuéstate conmigo”.
La prostitución ha dicho: “Acuéstate conmigo”.
La pornografía ha dicho: “Acuéstate conmigo”.
La corrupción ha dicho: “Acuéstate conmigo”.
La malicia ha dicho: “Acuéstate conmigo”.
La mentira ha dicho: “Acuéstate conmigo”.
En fin, la maldición en forma de placer, ha invitado y, desafortunadamente muchos se han rendido y se han acostado con ella. Pero, la historia de José muestra que es posible resistirse a la maldición.
Aunque usted sea perjudicado, humanamente hablando, como lo fue José, ¡vale la pena resistirse! Porque Dios honró a José y lo honrará a usted también, si tan solo se resiste a la invitación de la maldición del pecado que, tenazmente, nos asedia diciendo: “Acuéstate conmigo …”
Que el Espíritu Santo nos dé la resistencia de José todos los días de nuestras vidas.
¡Dios los bendiga!