“¡No logro ver el fin de mi sufrimiento! Ya no tengo expectativas. Parece que el mundo se desmoronó, mis conocidos y familiares no pueden ayudarme, están cerca, sin embargo ninguna palabra me consuela. Así está mi alma. Angustiada.
Aunque sepa que Dios existe, continúo en este tormento. ¿Qué hago?” Amiga.
Respuesta:
Si usted está así, mi amiga, yo tengo algo para decirle que le dará respuestas a todas sus angustias.
Jesús dijo: “No se turbe vuestro corazón”.
Realmente, aquí está el mayor problema del ser humano: puede ser un doctor, o incluso o un pastor. No hay nada que hacer, ni siquiera hay cómo arrancar lo que tiene dentro de sí.
Es increíble lo difícil que es lidiar con el corazón. Los sentimientos parecen ser una costra pegada, que no sale con tanta facilidad. El corazón es un lugar en el que solo el propio individuo puede lidiar. Nadie puede hacer una cirugía para arrancar el dolor del alma. Nadie puede sacar la angustia que acarrean las decepciones. Ni los familiares, ni el marido, ni la esposa, ni los hijos pueden sostener las pérdidas de la vida.
Pero alguien muy especial puede, es Él quien le habla en este momento. Él dice: No se turbe vuestro corazón.
Preocupación, miedo, aflicción, tristeza, dudas sobre el futuro, inseguridad, todo eso puede salir de una manera tan simple, que no se puede creer que sea tan simple. Y el sufrimiento saldrá cuando usted misma controle lo que siente.
Pero ¿cómo? Tal vez usted diga: “Hace años que intento controlarme, pero no lo consigo. Y la prueba es que siento lo que no debería sentir, digo lo que no debo y fracaso aun frente a todas esas decepciones que tengo conmigo misma. Y usted todavía me dice: ¡Qué yo puedo controlar lo que siento!”
Amiga, solo haga lo que yo le estoy diciendo, pues obediencia es fe. Es lanzarse. Aunque no logre ver con sus ojos. Crea y obedezca.
(*) Respuesta extraída del blog Viviane Freitas