Alejandro: “Desde que tengo uso de razón, viví en la miseria. Mi padre estuvo preso mucho tiempo y mi mamá trabajaba. Tuve que hacerme cargo de de mis hermanos, salíamos a pedir a la calle. A los nueve años empecé a fumar. Más adelante, me drogaba con Poxiran como si fuera un juego. Después, comencé con la marihuana, con el tiempo me volví dependiente.
Conocí a mi esposa, pero por las amistades la dejé de lado, era mi esclava, la engañaba y la golpeaba.
Al principio consumía cocaína los fines de semana, después me volví adicto, alucinaba. Creía que me observaban, pensaba que iban a matarme. Me armaba con cuchillos y pistolas. Todas las noches era lo mismo, me drogaba, le pegaba a mi mujer y al otro día me sentía horrible. Un día, escuché una voz que decía que ella me engañaba y que el nene no era mío. Agarré un arma para matarlos y se me escapó un tiro. Me quedé en shock porque pensé que ha-bía matado al chico, eso fue lo peor que me pasó en la vida.
No sé cómo llegué a la Universal, escuché al Pastor y era como si contara mi historia. Invité a mi esposa, participamos de una reunión y esa noche no me drogué, dormí.
Dejé de ser violento con mi señora y abandoné la delincuencia. Quería saber cómo era entregarse a Dios y empecé a buscar el Espíritu Santo. Hice votos con Él y cuando tuve un encuentro con el Señor, cambió todo. Soy otra persona, Él logró transformar mi mente. También fui bendecido en lo económico, logré mi negocio, mi auto y mi casa”.
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