Cada ser humano tiene un ciclo natural de crecimiento: nace, crece y madura. Con respecto a la vida cristiana no es diferente. Cuando una persona comienza a dar los primeros pasos en la fe, necesita alimentar su vida espiritual para alcanzar la madurez.
Este desarrollo no está, necesariamente, relacionado con la edad cronológica. Mientras que un joven, por ejemplo, puede ser maduro en la fe, una persona mayor puede tener todo el conocimiento sobre las enseñanzas de Dios, pero ser espiritualmente inmadura.
En su blog, el obispo Edir Macedo escribió que la persona que no tiene madurez espiritual se puede comparar con un niño. “¿Alguna vez vio a un niño jugar? Sus actitudes no son siempre saludables. Hay momentos difíciles en los que hay que controlar sus impulsos, principalmente cuando quieren cosas fuera de hora. Porque sus emociones están a flor de piel. No piensan, no miden las consecuencias”.
También afirmó que las personas que no crecen espiritualmente terminan desanimándose cuando no ven sus pedidos realizados. “Creen que el Padre del cielo tiene que atender sus peticiones en el momento, independientemente de Su voluntad. Esa infantilidad espiritual sería comprensible incluso si no fuera por las amenazas de abandono de la fe”.
Cuando no hay madurez espiritual, aparecen los problemas que impiden que la persona alcance sus objetivos y conquiste el Reino de Dios: la caída por medio de una tentación, los “malos ojos” con la Obra de Dios, la desobediencia a Sus enseñanzas, etc. Por otra parte, cuando se tiene una fe madura y sólida, es posible superar todos los desafíos.
Cómo madurar la fe
No es ninguna vergüenza ser un niño espiritual, si la persona comenzó a dar los primeros pasos en la fe hace unos meses. Pero, si ella ha sido cristiana durante varios años y no creció espiritualmente, tiene que reconocer lo que le está impidiendo crecer. Vea a continuación siete actitudes que caracterizan a una persona madura en la fe.
Sabe que tiene que perseverar
Ella nunca deja de expresar su fe para que su espíritu no se debilite. Si ella no ve el resultado de un pedido hecho a Dios, no se decepciona. Por lo contrario, continua persistiendo, segura de que Él le responderá en cualquier momento. Ella basa su fe en lo que todavía no ve y no en las circunstancias.
No vive en la religiosidad
La religiosidad ciega a las personas porque trabaja con la fe emotiva. La persona religiosa se conforma con los problemas y cree que son “pruebas” de Dios. La persona espiritualmente madura tiene una fe inteligente, racional, estable. Ella se indigna y reclama Sus promesas, en lugar de quedarse postrada.
Renuncia a su voluntad
Ella no conoce a Dios solo por escuchar hablar, sino que basa su vida conforme a lo que está escrito en Su Palabra. Para eso, en vez de practicar su propia voluntad que puede desagradar a Dios, ella obedece Sus enseñanzas y busca desarrollar las obras del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22)
No es sentimental
Las emociones son obstáculos para la manifestación de la fe. Por medio de ellas aparecen las dudas, que hacen con que la fe no traiga frutos. Consciente de eso, la persona madura no actúa por impulso frente a una situación desfavorable. Ella expresa su fe actuando por la razón, con la plena convicción de que Dios la solucionará.
Se alimenta de la Palabra
Del mismo modo que sentimos hambre y necesitamos saciarla todos los días, para crecer espiritualmente hay que alimentarse regularmente de la Palabra de Dios. Eso significa absorber la voz de Dios. Una de las formas de hacer eso es cambiar parte del tiempo que dedica a internet y a las redes sociales por la meditación en Su Palabra.
Transmite lo que aprendió a los demás
Las persona madura en la fe desea que los demás también aprendan las enseñanzas de Dios. Ella entiende que, al transmitir Su Palabra para los demás “niños en la fe”, no solo estará ayudando a alcanzar la madurez espiritual, sino también se estará ayudando a sí misma a permanecer firme en la fe.
No le presta atención a las persecuciones
Quien quiere crecer en la fe no absorbe palabras o actitudes negativas y no se envuelve con personas o cosas que son contrarias a la Palabra de Dios. Ella es sensible solo a lo que Dios dice y por lo tanto sigue solamente lo que está escrito en Su Palabra. Lo que no sale de ella no tiene importancia.
Debemos desear crecer
Ser un niño no es el objetivo de la vida. Después de todo, crecemos para ser productivos. Del mismo modo, como cristianos, debemos crecer para estar siempre activos en la fe.
Por eso, no se detenga, pensando que ya alcanzó el máximo nivel de madurez y que ya no crecerá. Por lo contrario, practique siempre la Palabra de Dios.
Los domingos, en todas las Universal, los obispos, pastores y obreros claman para que todos los presentes tengan un encuentro con Dios. Si usted está cautivo debido a un problema, participe este día especial. Vea la dirección de la Universal más cercana a su hogar.
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