Mi nombre es Rita, tengo 21 años. Mi familia y yo llegamos a la Universal cuando yo tenía seis años, fuimos liberados y entregamos nuestras vidas a Dios. Mi madre fue levantada a obrera y, a los 13 años, yo también.
A los 15, conocí a un pastor que se interesó en “orar” conmigo. Nos comprometimos, después de un año y tres meses. Pensaba que era muy de Dios, no observaba los detalles y pensaba que hacer “pruebas” era una tontería. Ignoré el hecho de que era nervioso, orgulloso y que no estaba de acuerdo con la dirección de la Iglesia.
Un día él fue reprendido y disciplinado a causa del orgullo. Se sintió “víctima de injusticia”, se llenó de rencor y abandonó la Obra. Intentaron alertarme. Un pastor conversó conmigo y me dijo que su actitud no era la de un hombre de Dios. Escuché todo callada, pero dentro de mí crecía un enojo. Les dije que me quedaría con él, que no lo abandonaría. Recuerdo que la esposa del pastor me dijo: “Rita, el diablo quiere agarrarte”. No le presté atención, al contrario, aquello alimentó aún más el enojo.
Él se fue a vivir con sus padres, pues no teníamos dinero para casarnos. Nos enfriamos en la fe, dejé de ser obrera, raramente iba a la iglesia y comenzamos a relacionarnos íntimamente. Mi familia terminó yéndose de la iglesia, estábamos todos perdidos. Él me dijo que nos teníamos que casar lo más rápido posible, que era ahora o nunca. Contrariando mi voluntad y la de mi familia, nos casamos. Tendría que haber sido el día más lindo de mi vida, pero fue horrible. Sin iglesia, sin vestido de novia y con tristeza, pues poco tiempo antes me había acostado con él.
No hubo luna de miel, nos fuimos a vivir en una casa alquilada. En los primeros meses ya vinieron las deudas, el nombre sucio y la falta de dinero, pues él no tenía control de las finanzas. Nos peleábamos mucho, vivía triste, deseé el divorcio. En búsqueda de alegría, fuimos a discotecas y tengo la consciencia de que, si hubiese muerto en esa época, estaría en el infierno. Como dice el obispo, acepté el “Beso de Judas” y, a causa de una emoción, viví el infierno. Entonces, recordé esas palabras: “Rita, el diablo quiere agarrarte”. Él me agarró a mí, a mi familia y a mi Salvación.
Fue cuando comencé a acompañar el blog de Cristiane Cardoso nuevamente. Estaba enojada con la iglesia, pero sentía paz cuando leía los mensajes de su blog. Los leía todos los días, oía los podcasts y eso fue abriendo mi corazón. Primero iba a la iglesia solo para llevar el diezmo. Recuerdo lo que el pastor decía: “Hija, la fe viene por el oír la Palabra”. Mi marido estaba cada vez peor, mi vida sin razón, entonces tomé la decisión de volver.
Una noche, doblé mis rodillas y clamé a Dios para que bendiga a todos aquellos a los que les tenía bronca. Dije el nombre de uno por uno, mi corazón dolía, parecía que se me iba a salir por la boca, pero los perdoné. Entonces tuve un reencuentro con mi amado Espíritu Santo y todo el peso fue quitado de mí. A partir de ese momento, Dios me dio paz y sabiduría para lidiar con todos los problemas. Mi marido comenzó a acompañarme a la iglesia. Pasaron algunos meses y él volvió a orar, dejó las malas amistades y se puso firme.
Hoy soy obrera nuevamente. Mi familia está yendo a la iglesia y ya veo un cambio muy grande en mi madre. Trabajo en dos turnos para mantener los gastos. Mi matrimonio es otro, pero no ha sido fácil mi lucha para que mi marido cambie, sea responsable, más tranquilo y me dé seguridad. Es su tercer empleo en cinco meses y aún no puedo confiar en él en relación al dinero, pero creo que Dios lo va a transformar.
La moraleja de mi historia para todas las mujeres es: NO HAGA EL DESEO DE SU CORAZÓN, por amor a su Salvación. Solo estoy salva hoy por la misericordia de Dios. Por favor, obreras, no se engañen con un pastor educado, lindo y que conversa bien. Y ustedes que están de novias o comprometidas, observen, atentamente, absolutamente todo, prueben y no se dejen engañar por la apariencia de santidad.
Yo podría haber evitado todo ese sufrimiento si hubiese sido racional, si hubiese escuchado la Voz de Dios e ignorado mi corazón. Puse en riesgo mi Salvación y la de toda mi familia, que quedó lastimada.
Le pido a Dios que tenga misericordia de mí, pues no quiero que mis manos estén sucias de sangre. Esto es muy serio, todo lo que pasé fue innecesario. Por favor, no actúen como yo, pues estoy salva nuevamente, pero conozco a muchas otras que no volvieron, que están en el mundo, y a tantas otras que murieron.
Señora Cristiane, le agradezco por los mensajes en el blog, si Dios no la hubiese usado a usted, probablemente yo no estaría aquí escribiéndole este e-mail.
Rita