“No era feliz”.
Con esa frase Yanina define su pasado.
“Padecía problemas espirituales, pero no me daba cuenta de que tenían ese origen. Se manifestaban, por ejemplo, en ataques de ira, en insomnio y parálisis del sueño”, agrega.
Recuerda que, por cualquier situación, se enojaba y peleaba con su familia. Trataba mal a sus padres y rompía cosas. Al respecto, asegura:
“En esos momentos, perdía el control, no era consciente de lo que estaba haciendo y reaccionaba de forma violenta. Incluso, en una oportunidad me coloqué un cuchillo en mi brazo, sobre las venas, y amenacé a mi familia con quitarme la vida”.
Ella cuenta que conocía la Iglesia Universal porque la había escuchado nombrar y había visto su programa, pero tenía prejuicios acerca de cómo actuaban las personas allí:
“Había visto un informe en un noticiero que mostraba que los pastores, el obispo y demás parecían más interesados en el dinero. Esto generó en mí una idea preconcebida que me llevaba a rechazar todo lo relacionado con la iglesia. Una vez, estaba con mis amigas cuando en la televisión comenzó el programa ‘Pare de sufrir’. Mi reacción fue burlarme y reírme, decía que los testimonios no eran ciertos y que nada de lo que sucedía allí era verdad”, relata.
Tiempo después, conoció a una persona que iba a la Iglesia Universal. Ella recuerda:
“Me dijo que le había hecho muy bien ir a las reuniones y me invitó a concurrir. Yo le decía que ese lugar no era bueno”.
LA HORA DE LA VERDAD
Sin embargo, la tristeza que sentía era tan profunda que un día quiso comprobar si era cierto.
“Decidí ir porque no era feliz. Pensé: ‘Si Dios está acá, voy a cambiar. Si no está, voy a terminar con mi vida’. Fui por primera vez un viernes y noté algo diferente en mí, sentí paz. Esa noche pude descansar, dormir bien, no tuve parálisis del sueño ni insomnio”, cuenta.
De a poco, los prejuicios se fueron derrumbando en su mente. Yanina detalla:
“Me dijeron que participara de las reuniones de los viernes para liberarme de todo lo malo que me pasaba. Lo hice y, poco a poco, mi carácter se transformó. La forma de tratar a mi familia empezó a ser diferente. Fue un proceso que llevó tiempo, pero comencé a creer y a confiar”.
“Todo cambió en mi entorno, en mi familia y en mi trabajo. Hoy estoy bendecida en todas las áreas de mi vida. Ya no tengo preconceptos acerca de la iglesia porque noté que allí se basaban en la Palabra de Dios. Es más, hoy sirvo a Dios con los grupos que salen a evangelizar, a buscar a las personas para llevarlas a Jesús”, finaliza.
Yanina asiste a la Iglesia Universal ubicada en Av. San Martín 3054, Florencio Varela, Bs. As.