La Biblia da ejemplos de buenas y malas compañías
“Y Amnón tenía un amigo que se llamaba Jonadab, hijo de Simea, hermano de David; y Jonadab era hombre muy astuto” (2 Samuel 13:3). Amnón era hijo del Rey David, y Jonadab, su primo. La relación de amistad entre los dos es un excelente ejemplo de mala conducta, falta de respeto y deslealtad para con su prójimo y para consigo mismo.
Cuando Amnón habló sobre los malos deseos que sentía por su hermana Tamar – también hija de David -, Jonadab tuvo una gran oportunidad de corregir a su amigo, pudiendo incluso, influenciarlo a no practicar tal maldad. Sin embargo, en lugar de hacerlo, prefirió planear una acción y ayudar a Amnón a ejecutar su malicioso plan.
“Y Jonadab le dijo: Acuéstate en tu cama, y finge que estás enfermo; y cuando tu padre viniere a visitarte, dile: Te ruego que venga mi hermana Tamar, para que me dé de comer, y prepare delante de mí alguna vianda, para que al verla yo la coma de su mano.” (2 Samuel 13:5)
Poniendo en práctica el plan, Amnón causó una gran tragedia familiar y las consecuencias negativas fueron inevitables. David quedó profundamente disgustado, y Absalón, el otro hermano de Amnón, lo mató (Lea 2 Samuel 13:20-21; 28-31).
El hombre, siendo un ser social, necesita las relaciones humanas para vivir. La amistad está insertada en nuestras vidas, tanto como el amor, el odio, el miedo y tantos otros sentimientos buenos y malos. Y la verdad, en este caso, era imprescindible.
Sin embargo, le cabe a cada uno elegir lo que quiere para su vida. Elegir personas que tengan algo de bueno para dar y aconsejar cuando más se precisa, es fundamental para que todos tengan una vida saludable.
Las malas amistades pueden traer disgustos, traiciones, decepciones y llevar a supuestos amigos a causar heridas irreparables; cicatrices que sanan, pero aparecen, quedando generalmente del tamaño del estrago que causó.
Las amistades verdaderas miran a los ojos, muestran los errores del otro y se solidarizan en ayudar a restaurar.
Amor es lo que siente el amigo leal. Fue lo que sintieron David y Jonatán. Bellos ejemplos de compañerismo y complacencia. La dedicación que había entre los dos, era tan fuerte y notoria, que hizo que quedara registrada en la Biblia a lo largo de los siglos, hasta hoy.
Jonatán desafiaba a su propio padre, el Rey Saúl, a favor de David. La lealtad recíproca la llegó a notar cuando el hijo del Rey, le avisaba a su amigo de siempre, que Saúl salía a matarlo. Entre ellos hubo un pacto, un afecto bendecido y aprobado por Dios. (Lea 1 Samuel 23:15-18)
Solidaridad, cariño, compasión y consideración son algunas de las características de una amistad verdadera. Sin ésta, la vida se volvería vacía, sin gracia y sin valor. Cuando sentimos afecto por alguien, ese sentimiento puede hacernos tanto héroes como villanos en distintas situaciones y momentos de nuestras propias trayectorias seguidas.
El apóstol Pablo fue cuidadoso al explicar esto a los corintios: “ No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres“ (1 Corintios 15:33). Eso quiere decir que las malas influencias, incluso entre cristianos, deben evitarse.
Dios, sabiendo eso, siempre hace referencia en Su Palabra sobre las relaciones humanas.
El hombre, susceptible al error y a las influencias, precisa tener alguien que, de hecho, lo reprenda cuando fuera necesario, visto que la verdad es que cuando predomina deja reinar el beneficio mutuo: “ Hierro con hierro se aguza; Y así el hombre aguza el rostro de su amigo.“ (Proverbios 27:17)
Y en esto Dios es contundente. Sobre la amistad que lo desagrada, es enfático al decir: “!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios…“ (Santiago 4:4)
Siendo así, elegir con cuidado a las personas con quien va a caminar y compartir informaciones, secretos y confidencias; valorar los verdaderos amigos; reprender cuando es necesario; y apartarse de las conversaciones que afectan la fe cristiana forman las columnas que sustentan una amistad duradera bendecida por Dios.
Mantener la comunión espiritual por encima de cualquier relación humana… – jamás ocultando ni disfrazando la fe que posee pensando en no ser ridiculizado o rechazado–, puede volver al más simple siervo en un verdadero amigo de Dios. Todo dependerá de la fidelidad, del temor y de la fe. Fue de esta manera que Abraham formó una alianza con el Creador, y se transformó en Su fiel amigo. (Lea Santiago 2:23)