La mayoría de las personas tiene una visión borrosa de lo que es el amor. Normalmente es confundido con pasión, con sentimientos y sensaciones que no pasan de algo físico. Por eso, oímos expresiones como “el amor se acabó” y vemos a personas actuar de forma absurda en nombre de un “amor” idealizado por ellas. Los matrimonios se tornaron efímeros y pasajeros, muchos han sufrido amargamente. El amor de este mundo tiene fecha de vencimiento, pero no es ese el amor original creado por Dios.
El verdadero amor comienza cuando usted está atento a lo que el otro necesita, y no a lo que usted necesita, o sea, cuando usted se enfoca en lo que tiene que hacer por él, y no en lo que el otro tiene que hacer por usted. El amor que Dios creó es aquel que busca dar, sin estar preocupado por recibir. Porque, conforme está escrito, el amor no busca sus propios intereses (1 Corintios 13:5), sino los del otro. No es un sentimiento, como la mayoría piensa ciegamente, sino una acción. Una acción noble y totalmente desprovista de egoísmo. Y es a través de la práctica de esa acción que surge un sentimiento puro e inteligente por alguien.
La mujer que ama a su marido le da lo que él necesita, no lo que ella le quiere dar. Y el hombre que ama a su esposa también atiende a su necesidad, aun sin sentir ganas de hacerlo. En eso es conocido el amor entre una pareja: cuando uno se preocupa por ejercer el papel designado por Dios en la vida del otro. Tal actitud exige sacrificio, y es justamente esa la principal característica del amor verdadero.
Los que saben amar son los que andan a contramano de los pensamientos contemporáneos y se someten al Plan de Dios. Esos sí son felices y logran transmitir felicidad, viviendo en los principios establecidos en la Palabra del Altísimo para la construcción y la manutención de un hogar. Los hombres y las mujeres sabios ejercen sus debidos papeles dentro de su casa, sin querer igualarse al otro, pues tiene la consciencia de que son diferentes y están allí para sumar, no para competir o tomar el lugar del compañero.
El mundo no conoce el verdadero amor porque ha despreciado la disciplina del Reino de Dios. En un escenario en el cual las mujeres luchan para ser superiores a sus maridos, y los hombres se retraen por sentirse descartados, no es para alarmarse que ambos hayan sido tan infelices. Si simplemente correspondiesen a las necesidades del otro, serían valorados y tendrían sus necesidades suplidas también. Pero, por priorizar sus deseos individuales, trillan el camino del dolor y de la soledad. Desean ir más allá, pero desprecian lo básico, lo esencial.
Por eso, si usted desea tener un hogar donde impere el amor Divino, es necesario primero conocer a su Autor, y a los Preceptos que Él establece para la constitución de ese hogar. Solo sabe qué es el verdadero amor y lo vive, quien sabe Quién es el Verdadero Dios y vive bajo Sus Planes.