Quien está a la puerta golpeando es porque está del lado de afuera. Es esto lo que sucede con la mayoría de los que se dicen creyentes, y también sucedió con Sansón, pues a su respecto está escrito: “…pero él no sabía que el Señor ya Se había apartado de él.” (Jueces 16:20)
En el caso de muchas personas que se dicen creyentes, sin embargo, la verdad es que el Señor nunca estuvo realmente con ellas.
¿Cuántas iglesias hoy en día, supuestamente cristianas, han expulsado al Señor Jesús de sus cultos, para darle lugar al formalismo y a la pompa religiosa? ¡Tienen Biblia, el bautismo, la Santa Cena, el culto, menos la presencia del Señor de la Iglesia!
Y esto también ha ocurrido con muchos que se dicen cristianos. Aceptaron al Señor Jesús como Salvador, leen la Biblia, hacen oraciones y ayunos, concurren a la iglesia y son incluso diezmistas, pero hacen todo esto solo con su capacidad intelectual, pues saben que la desobediencia a la Palabra de Dios produce la muerte eterna.
Y como no quieren ir al infierno, practican algunas partes de la Biblia solo como descargo de consciencia. No es difícil pagar el diezmo. ¡Ganar cien y pagar diez no es gran cosa! ¡Sería difícil ganar diez y pagar cien!
Tampoco es “cosa de otro mundo” ir a la iglesia, pasar por el bautismo en las aguas, leer la Biblia, orar y practicar la religión evangélica. Todo eso es muy simple de cumplir.
Sin embargo, orar por los enemigos, perdonar a los ofensores y tener consideración hacia ellos, esto sí, ¡es difícil! ¡Es ahí que está la diferencia entre el trigo y la cizaña!
No existe la menor duda de que hay muchos creyentes que han confesado lo que está escrito en la Biblia, pero, en la práctica, ¡la Persona del Señor Jesús nunca formó parte de sus vidas!
El cristianismo para estos ha sido solo teórico, y, como consecuencia, ¡también son teóricas las promesas de Dios en sus vidas!
Mientras que a la iglesia en Esmirna le es prometida la corona de la vida, la iglesia en Tiatira es exhortada a conservar lo que tiene, hasta que el Señor vuelva. Mientras los cristianos de Sardis son advertidos a que vigilen, si no quieren ser sorprendidos por la venida repentina del Señor, la iglesia en Filadelfia recibe la promesa de que será guardada de la Gran Tribulación.
Sin embargo, la iglesia en Laodicea es amenazada de ser vomitada por la boca del Señor. Es verdad que esta iglesia no presenta pecados graves como algunas otras, no obstante el hecho de ser tibia causa un malestar tan grande al Señor glorificado, que está a punto de vomitarla.
Si ella fuera fría, entonces estaría muerta, pero podría tener una chance de resurrección, y el Señor podría ser invocado por ella. Si fuera caliente, estaría en perfecta comunión con Él, pero como es tibia, ¿qué puede hacer el Señor por ella?
¡Absolutamente nada! El Señor Jesús solo puede salvar a los que reconocen su estado de perdición. Caso contrario, nada puede ser hecho.
Un ejemplo de eso es que durante Su ministerio terrenal, el Señor Jesús pasaba entre los más necesitados, pero solo cuando Lo invocaban eran atendidos. El Señor le dice a la iglesia en Laodicea:
“Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de Mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.” Apocalipsis 3:16-17
Esta confesión de riqueza y abundancia señala al corazón orgulloso y avaro de los que vivían en una ciudad de grandes negocios, y que ganaban mucho dinero.
Debido a la riqueza de sus miembros, la iglesia en Laodicea podría darse el lujo de ni siquiera necesitar pedir ofrendas, porque estas eran abundantes, y eso la volvía rica y abastecida.
Sin embargo, cuanto más dinero la iglesia juntaba, más avara también se volvía. Su riqueza era, por lo tanto, un lazo en su corazón. La multiplicación de las riquezas puede ser encarada como una trampa, si no existiera el cuidado de mantenerlas fuera del corazón.
Por eso, el rey David dijo: “…si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas” (Salmos 62:10). No es que las riquezas sean malas, sino que no se puede poner en ellas el corazón, para no perder la vida eterna. Solo se pone el corazón en la fe en el Señor Jesucristo.
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