Las dos primeras letras de la palabra Armagedón, “Ar” significan “monte” o “colina”. Armagedón, por lo tanto, significa “Colina de Meguido”. La raíz de la palabra Meguido quiere decir, “derrumbar”, “cortar”, “matar”.
La palabra Armagedón, hace suponer que no se refiere solamente a una lugar de Medio Oriente, sino indica también lo que allí sucedió tantas veces y sucederá nuevamente – pero, en proporciones mucho más gigantescas: un cortar, un matar, un derrumbar desde lo alto.
Aún existe otra interpretación para Armagedón: “matanza”. En todos los casos, el nombre sugiere sucesos que se darán a causa de la lucha final de los pueblos.
Así como en los tiempos antiguos, cuando la Planicie de Meguido fue el campo de batalla de los pueblos, como dice la Historia, la misma será por última vez, el punto de concentración de los ejércitos terrenales, los cuales, el propio Dios destruirá desde lo alto.
Un historiador escribió que desde Nabucodonosor hasta el avance de Napoleón contra Siria, esta planicie fue siempre escogida como campamento de los ejércitos. Judíos, gentiles, sarracenos, cruzados, egipcios, persas, drusos, turcos y otros pueblos armaron allí sus tiendas de campaña de guerra.
Armagedón significa “Valle de la Decisión”, porque allá se decidirá el futuro del planeta Tierra y, como ya hemos mostrado, es también conocido como “Valle de Josafat”, porque Josafat significa “el Señor juzga”, y será en el Armagedón que el Señor juzgará.
Así como en la época del rey Josafat, cuando los hijos de Moab y Amón se reunieron en gran multitud contra Judá y Jerusalén, el Señor Dios luchó por Su pueblo, haciendo que los enemigos se autodestruyeran, de la misma manera sucederá en la lucha del Armagedón.
Cuando todos los gobernantes de la Tierra, bajo el liderazgo del anticristo, rodeen a Jerusalén, e Israel esté en la mayor angustia y aflicción, y la tribulación alcance su punto más alto, en ese momento el Señor Jesús en Persona, vendrá para salvarla. Como está escrito en el libro de Zacarías:
“Después saldrá el SEÑOR y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y esta será la plaga con que herirá el SEÑOR a todos los pueblos que pelearon contra Jerusalén: la carne de ellos se corromperá estando ellos sobre sus pies, y se consumirán en las cuencas sus ojos, y la lengua se les deshará en su boca.
Y acontecerá en aquel día que habrá entre ellos gran pánico enviado por el SEÑOR; y trabará cada uno de la mano de su compañero, y levantará su mano contra la mano de su compañero.” (Zacarías 14:3:12:13).
A partir de ese momento, Israel reconocerá al Señor Jesús como Su Mesías tan esperado. El Profeta Joel se refirió a esto cuando dijo:
“Despiértense las naciones, y suban al valle de Josafat; porque allí Me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor. Echad la hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos. Muchos pueblos en el Valle de la Decisión; porque cercano está el día del Señor en el Valle de la Decisión.” (Joel 3:12-14).
La disputa final en el Armagedón se trabará entre Cristo y el anticristo, el resultado ya fue anunciado en la séptima trompeta apocalíptica: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos.” (Apocalipsis 11:15).
Esta fue la proclamación, el anuncio del reinado de nuestro Señor Jesucristo sobre los reinos de este mundo. Pero, es en el capítulo 16 del Apocalipsis, que sucede el cumplimiento profético, después de la batalla del Armagedón.
Es interesante observar que en todo el Nuevo Testamento la palabra ‘aleluya’ es mencionada solo cuatro veces, tres es citada en los juicios sobre Babilonia y, una vez, después de la batalla del Armagedón, cuando el Señor Jesucristo entonces, asume el reinado de la Tierra y da comienzo a las bodas del Cordero. El apóstol Juan así lo describe:
“Y salió del Trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos Sus siervos, y los que Le teméis, así pequeños como grandes. Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado.” (Apocalipsis 19:5-7).
(*) Fragmento retirado del libro “Estudio del Apocalipsis”, del obispo Edir Macedo.
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