Uno de los reclamos más fervientes de los últimos años estuvo relacionado con el estado de los trenes. Los pasajeros se quejaban de las pésimas condiciones de los vagones y de la antigüedad de los mismos.
Asientos tajeados, o directamente sin cojín, puertas que no cierran ni abren correctamente, pisos de goma levantados y sistemas de ventilación defectuosos eran algunos de los principales problemas.
Semanas atrás, llegaron al puerto de Buenos Aires los primeros 72 nuevos coches, de un total de 225, provenientes de China, con un costo de 1.270.000 dólares cada uno. Luego de las presentaciones de rigor, uno de los coches fue puesto en exposición en la zona de Puerto Madero y sufrió actos de vandalismo.
El ministro de Transporte, Florencio Randazzo, explicó: “la Prefectura Naval divisó a dos individuos en un comportamiento extraño y decide detenerlos, uno de ellos se escapa y al otro logran atraparlo mientras huía en un taxi y cuando lo requisan le encuentran una bolsa con aerosoles”.
Tras constatar que había tres grafitis pintados sobre la unidad del ferrocarril que se encontraba en exposición en el Empalme Norte de Puerto Madero, se realizó una denuncia que quedó radicada en el Juzgado Federal 14 a cargo de Sebastián Casanello. El Ministro añadió: “Vamos a ir hasta las últimas consecuencias, queremos advertirles a los padres de los menores que se preocupen, porque vamos a reclamar la indemnización de los daños que sus hijos lleven adelante”.
Todos contra todos
Como sociedad, nos debemos un análisis y una profunda autocrítica. Desde la persona que tira un papel al piso en plena calle hasta el que destruye un bien público, todos son culpables de atentar contra la sociedad misma.
¿Alguien arroja la basura al piso de su casa? ¿Algún adolescente pinta con aerosoles el auto de su familia? Si eso no se hace en el ámbito privado, ¿por qué deberíamos hacerlo a las cosas que son de todos?
[related_posts limit=”9″]