Yo era una creyente posesa…
Oiga lo que el Espíritu les dice a los que Lo buscan:
El siguiente comentario dispensa mi mensaje.
Reflexione en él y descubra lo que el Espíritu del Altísimo quiere que usted sepa.
¡Muchas gracias! Que Dios lo ilumine de la misma forma como lo hizo conmigo.
¡Buen día, obispo!
Soy “convencida” hace 9 años, y durante ese tiempo fui una creyente posesa, pero yo ni lo sabía. En 9 años de iglesia, estuve en 12 denominaciones diferentes y en una secta, me bauticé 4 veces y estaba plenamente convencida de que servía a Dios y de que tenía el Espíritu Santo. Ya “oraba en lenguas”, predicaba la Palabra de Dios y estaba separada para ser consagrada a misionera. No sabía que, en realidad, estaba yendo a pasos agigantados hacia el infierno. Sí fui poseída por un espíritu, el espíritu del engaño.
Hasta que Dios me condujo a la Universal. Estoy caminando hace poco tiempo y las batallas fueron muy grandes para liberarme, porque mi “yo” peleaba conmigo misma, yo no aceptaba la fe y cerraba mi corazón. El resultado de eso fueron manifestaciones violentas en el Altar y nada de liberarme. Mis rencores, resentimientos, orgullo y miedos eran piedras que me impedían ver la verdad. Terminé perdiéndolo todo. Me expulsaron de mi casa, nadie más me aguantaba. Mi familia y mis amigos me dieron la espalda. Perdí mi trabajo efectivo, mi dignidad y me fui a vivir a un cuartito sucio sin ventanas, comiendo solo polenta y nada más. Sin mi familia y sin nadie para ayudarme, no lograba ir a la Iglesia, pues no tenía ni el dinero para el pasaje.
Pero Dios me dio una oportunidad. Logré ir a la Iglesia esa semana, y el pastor estaba anunciando el Ayuno de Daniel. Dios enseguida me tocó para que lo hiciera, me abstuve de todo y me lancé de todo corazón. Lloré al punto de mojar el piso de la Iglesia y lo hice durante toda esa semana. El primer día del Ayuno Le dije a Dios delante del Altar: “Señor, no me rechaces para siempre, soy problemática emocionalmente, y la piedra que me impide verte y recibirte en mi vida son mis sentimientos y mi traumado corazón. Confieso que necesito Tu ayuda, pues estoy enferma. Un hijo no puede vivir sin el padre, y quiero ser Tu Hija, perdóname…”
Cuando terminé de hablar, sucedió algo tan extraordinario que no sé explicarlo, mi interior se llenó de alegría y de paz, un gozo sin explicación, algo inquebrantable y una certeza, ¡ahora sí estoy salva! Una sed de salvar vidas y lo principal: en lugar del miedo a las personas, de los traumas, del rencor, de la ira y del odio al mundo, vino el amor y el deseo de que todos los seres humanos vivieran lo que yo estaba viviendo.
Soy la prueba viva de que Dios hace lo imposible. Y hoy sé lo que es el VERDADERO BAUTISMO CON EL ESPÍRITU SANTO. Inteligente, racional y de paz.
Gracias, obispo, por enseñarme esto.
Ana Claudia – Río de Janeiro