Oiga lo que el Espíritu dice:
“Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de Agua Viva.” Juan 7:37-38
Cuando el Señor dijo Si alguien tiene sed… no estaba intentando pescar a algunos discípulos más de entre aquella multitud alegre. ¡No! ¡Mil veces, no!
Él sabía que la sed a la que Se refería era privilegio de pocos.
Los sedientos invitados por el Señor son personas simples elegidas a dedo por el Espíritu Santo.
Quien tiene sed, aun viviendo en el pecado, es llamado por Dios para ser saciado. Ahora, si el pecador sediento es llamado a beber, ¡imagínese aquellos que ya fueron libres del pecado, están limpios y en la fe del Ayuno de Daniel!
Sin embargo, para que el pecador beba del Agua tiene que confesar sus pecados, abandonarlos y rendirse al Señor Jesús.
Pero los ya rescatados del infierno que no viven en pecado pueden incluso reclamarle a Jesús el Agua prometida. ¡Así es! Pueden reclamarle en el momento que quieran y serán saciados.
A fin de cuentas, el Agua es solamente para los sedientos. Lo mismo se aplica a El que cree…
Cree aquel que fue tocado por el Espíritu Santo de la misma forma que aquel que fue tocado por Él para tener sed.
Quien tiene sed o quien cree ya fueron llamados por Dios, sin embargo, solo beberán de la Fuente cuando decidan ir allá.
Jesús invita a los sedientos y a los que creen;
El Espíritu Santo da la sed y la fe.
Le corresponde al sediento “cavar hasta encontrar” el Agua, y al que cree “cavar hasta encontrar” la veta del Río del Agua Viva que corre bajo sus pies.
Dios no hace magia para transformar vidas, sino que da la visión espiritual y las condiciones físicas para materializar Sus promesas.
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Comentarios
Amigo
¿Cómo está obispo?
En febrero asumí un compromiso y comencé a buscar al Señor Jesús, frecuentando las reuniones y oyendo las enseñanzas que venían del Altar.
El Espíritu Santo me convenció de que yo estaba contaminado y que no podía estar indeciso, ¡nadie me condenó en la Universal, ni me apuntó con un revólver en la cabeza!
Me entregué con sinceridad al Señor Jesús, me bauticé en las aguas y tomé la decisión de seguir en obediencia a Su Palabra por el resto de mi vida.
Desde entonces un deseo de recibir el Espíritu Santo ha estado dentro de mí.
Mi fe no era una fe racional, a lo largo de ese tiempo las dudas me poseían, y en cada pedido y voto de liberación yo esperaba magia, y no comprendía que era necesario creer, incluso no viendo ninguna señal de cambio.
Ahora entiendo que esa fe “montaña-rusa” me impedía alcanzar aquello que Dios quiere en mí. La Palabra Amiga y las búsquedas diarias han sido los mejores momentos de toda mi vida, ¡no estoy exagerando obispo!
Estuve en el engaño, en el sentir, y por esperar que la magia sucediera en mí, terminé frustrándome y pensando que yo no Le importaba a Dios.
Pero cuando usted dijo que esa sed por el Espíritu Santo es una señal de Dios dentro de mí, aún siendo tan fallo, tan miserable y sucio, se encendió una luz en mi interior, una esperanza de que aún puedo conocer al Señor Jesucristo y de hecho y verdaderamente ser hijo de Dios.
Me he empeñado obispo, y he sacrificado las cosas incorrectas y mis voluntades, viviendo en la justicia para beber del Agua Viva. Espero estar haciendo todo correctamente para llenarme del Espíritu Santo en este Ayuno de Daniel, para poder servirlo como herramienta en la manos del Altísimo para Su obra aquí en la Tierra obispo. ¡Dios lo bendiga mucho a usted y a su vida!
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Gizelia Gomes Ferreira
Hola obispo.
Quería hablar un poco de lo que viví ayer.
A pesar de buscar todas las noches junto con usted, ayer todo el día estuve desanimada, queriendo que algo me llenara, pero parecía que Dios estaba lejos de mí.
Busqué leer su blog, me sentí mejor, pero me sentía más sola aún.
Soy evangelista hace ocho años, vivía con altos y bajo dentro de mí, había una guerra, un momento colocaba dentro de mí la certeza de mi salvación y en otro momento alimentaba la duda. Fue cuando vino el ayuno de Daniel y, oyendo los testimonios de las personas, vi que realmente no tenía el verdadero nacimiento.
Y decidí sumergirme completamente en esa fe.
He buscado de madrugada.
Y ayer busqué con usted a las 23h.
Cuando comenzó la Palabra Amiga, se apoderaba de mí un sueño terrible, pero fui hasta el fin. Y jamás olvido lo que usted dijo, que la sed que estaba fue el propio Espíritu Santo quien la había colocado.
Ah, obispo, me sentí valorada, tuve la certeza de que Dios estaba dentro de mí.
Usted dijo que Dios ya sabía lo que yo quería decir, antes de que yo lo dijera.
Yo solo pude decir “Oh, mi Dios, ¡Padre querido!” Entonces obispo, no paré de reír, no sabía si reía o si lloraba, parecía que no iba a parar más. Cuando quería hablar las risas y las lágrimas no me dejaban. Cuando paré de reír me vino una certeza de la presencia de mi Dios, una fuerza, incluso me dio un calor. Nunca me sentí tan a gusto. Fue como soltar un grito que hacía mucho tiempo estaba preso. Yo no veía la hora de decirlo. Esa palabra fue inexplicable. Que Dios lo bendiga.
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Sandra
Hola obispo,
Siempre que oraba buscando el Espíritu Santo sentía que mis oraciones golpeaban el techo de la casa y regresaban vacías pues no sentía nada, ni la certeza de que Dios las había recibido.
Pero hoy fue diferente.
Estaba leyendo la Palabra de Dios en Mateo 126:24-28 y la Palabra vino muy fuerte, pues entendí el sentido de cargar la cruz.
“Aquel que quiera salvar su vida la perderá, y quien pierda su vida por amor a Mí la hallará.”
Al terminar de leer me vino una gran voluntad de orar.
Cerré las puertas y las ventanas y comencé a hablar con Dios.
Le abrí mi corazón y Le pregunté: “Señor, ¿qué quieres de mí?
Hasta este momento yo estaba en dudas si me lanzaba de cuerpo y alma a Ti.
Pero cuando medité en Tu Palabra SEÑOR LA DUDA NO EXISTE MÁS EN MÍ, pues hay dentro de mí solo la certeza de servirte en espíritu y en verdad, y digo ¡heme aquí Señor, para hacer Tu voluntad pues yo perdí mi vida!
Una vida de engaños y errores, y de altos y bajos.
Una vida mediocre y pobre de espíritu.
No pertenezco más a este mundo pues escojo morir para mi voluntad y vivir por amor a Ti, Señor.
Pero necesito nacer de Ti, Señor.
Tener Tu sello, pues tengo voluntad de servirte y necesito Tu sello, Señor.
Lávame con Tu sangre, límpiame para que pueda recibir Tu Espíritu Santo.”
En ese momento no pensé en nada más a no ser en lanzarme de todo mi corazón delante de Dios.
NO SENTÍ NADA PERO TUVE EN AQUEL MOMENTO UNA CERTEZA DE QUE MI SEÑOR OÍA MI ORACIÓN, Y MI ALMA SE RENOVÓ CON SU PRESENCIA EN MÍ, PUES AHORA TENGO LA CERTEZA DE QUE ESTOY SALVA.
Y esa certeza me hace querer ganar más y más almas para el Señor Jesús, y que todos tengan en el alma este gozo que yo tengo ahora.
GRACIAS JESÚS POR ACEPTARME.
Y al usted señor obispo por ser ese hombre de Dios que nos ayuda cada día a estar más cerca de Dios.