Un domingo especial en la Sede Nacional de Argentina, donde fuimos fortalecidos con el Pan de Vida y protegidos bajo el Abrigo del Altísimo.
No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la pestilencia que anda en tinieblas, ni la destrucción que hace estragos en medio del día. Salmos 91:5-6
No debemos rendirnos ante las malas noticias, los problemas ni las pestes. Los sentimientos siempre llegan, pero la decisión es nuestra.
Debemos confiar. El único que puede detener los ataques es el Omnipotente, pero solo lo hace cuando Lo respetamos.
Dios nos prohíbe depositar nuestra confianza en personas o cosas. Una cosa es confiar, y otra muy distinta es poner esa confianza por encima de todo.
Cuando nos enfocamos en la Palabra, demostramos que somos ciudadanos del Reino de Dios y que confiamos verdaderamente en Él.
Es fácil confiar en tiempos de alegría, prosperidad, unión familiar o éxito. Pero es en los momentos difíciles donde nuestra confianza realmente se pone a prueba.
Tenemos que autoevaluarnos y preguntarnos: ¿en qué nivel está nuestra confianza?
Y cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas; porque ellos desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que están ayunando. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no hacer ver a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Mateo 6:16-18
No debemos engañarnos pensando que la duración del ayuno lo hace más poderoso. No por ser de 24 horas será necesariamente mejor.
La fe actúa con inteligencia. Sin embargo, muchos practican una fe ciega. Tenemos que depender solo de nosotros mismos y de Dios.
El ayuno no es para hacer nuestra voluntad, sino la de Él. Debemos estar en espíritu, atentos y enfocados.
Satanás lanza pensamientos para hacernos dudar de nuestra comunión con Dios e intentar que abandonemos el ayuno.
Cuando hacemos abstinencia de contenido, el ayuno intercede por nosotros y clama a Dios. Por eso debe hacerse con el objetivo de agradarle a Él.
Dios busca sinceridad. Todo lo que hagamos debe ser para Él, no para los hombres, porque Él lo ve en secreto y lo reconoce.
En el mundo físico tenemos obligaciones. Lo mismo ocurre en el mundo espiritual, con la diferencia de que Dios no falla ni se olvida de nadie.