Los médicos emplean distintos métodos para medir esta acumulación de fluidos, desde la evaluación clínica del paciente a la radiografía de tórax, pasando por un cateterismo para medir la presión que están soportando las paredes de los ventrículos, una prueba no exenta de riesgos.
Sin embargo, como señala la semana última la revista británica The Lancet, un pequeño dispositivo electrónico implantable podría superarlos a todos en precisión, con importantes beneficios y ventajas para el paciente.
Según el estudio, dirigido por la Universidad de Ohio, y llevado a cabo en otros 64 centros de todo EE. UU., este chip de menos de dos centímetros de tamaño redujo hasta un 39 por ciento la tasa de ingresos hospitalarios durante 15 meses en un grupo de 550 pacientes con insuficiencia cardiaca grave.
Desde el hogar
La mitad de las personas que participaron en el estudio tuvo un seguimiento estándar, mientras que a los otros 270 se les implantó mediante un catéter el pequeño chip. En su casa, los participantes midieron a diario su presión arterial e intracardiaca con un lector, pasándoselo unos minutos por el pecho que luego enviaba los datos a la consulta del cardiólogo mediante un protocolo de transmisión de datos seguros.
A través de los resultados de aumento de la presión enviados por el sistema llamado, los especialistas podían indicar a los participantes cambios en el tratamiento, como vasodilatadores o diuréticos.
El dispositivo no necesita de batería, porque se activa y se recarga cuando entra en contacto con la consola externa.
Como explica en un comentario en la misma revista el doctor Henry Krum, de la Universidad australiana de Monash, “estamos entrando en una revolución dirigida por las soluciones tecnológicas que empiezan a surgir para este problema”. Sin embargo, y aunque reconoce que aún falta tiempo antes de que se pueda generalizar el uso de este chip implantable, insiste en las grandes ventajas que pueden suponer si se eligen apropiadamente a los pacientes.