Desde el principio de los tiempos, el hombre ha utilizado sus manos para comer. Las vasijas decoradas y las descripciones de los autores de la antigüedad demuestran que en el Imperio Romano se comía con los dedos. Pero lo curioso en las costumbres es que si bien se utilizaban las manos para comer, lo que no es cierto es que esto se hiciera por brutalidad.
El código más antiguo sobre buena educación es el “Papiro de Prisse”, que según los historiadores data del Imperio Antiguo Egipcio, alrededor de 2500 a.C. Éste contiene un conjunto de normas para los más jóvenes y sugiere -entre otras muchas prescripciones- que en compañía de un superior, uno se ría cuando se ría éste.
El poeta Ovidio recomendaba a las damiselas (cortesanas) que aprendiesen a comer con pulcritud y a llevarse los alimentos a la boca sin mancharse la ropa ni la cara y sin llenar las manos, sólo con las puntas de los dedos.
Esas mismas reglas o etiquetas a la hora de sentarse a la mesa persistieron durante la Edad Media. En esta época, aparece el “Codex Romanoff” (aprox. 1490), atribuido a Leonardo da Vinci, en el que indican hábitos indecorosos en la mesa, como: escupir frente al frutero o roer la fruta y volver a dejarla; poner la cabeza sobre el plato para comer; tomar sin consentimiento comida de otros comensales; utilizar su cuchillo para hacer dibujos sobre la mesa; meterse el dedo en la nariz o en la oreja mientras se está hablando; o poner comida en el bolso para comerla más tarde.
En la corte de Francisco I de Francia (1515) se impone el previo lavado de manos como norma. Posteriormente, su nuera, Catalina de Médicis, intenta convencer a la corte de la gran utilidad del tenedor, pero los franceses la toman por cursi, igual que a su hijo, el rey Enrique III, quien establece el considerado “Primer Código de Buenas Maneras” para los comensales en la corte.
El descubrimiento de los cubiertos
El utensilio de mesa más antiguo fue el cuchillo, seguido por la cuchara. En el caso de las clases más bajas, el cuchillo era más que suficiente para cortar la comida. En las cenas con invitados, muy diferente a la actualidad el cuchillo que utilizaba cada uno siempre era el propio de cada uno, nunca era proporcionado por el anfitrión (la pregunta es cómo harían para asistir elegantes a una cena y desplazarse con su propio cuchillo, ni pensar una vez usado). A falta de tenedor, junto al plato, se disponía de un tazón de agua donde los comensales podían lavarse constantemente las manos.
La cuchara, fue aceptada desde su invención, como un utensilio muy práctico, especialmente para la ingestión de líquidos. Se han encontrado cucharas en excavaciones realizadas en Asia, que datan del Paleolítico, y también cucharas de madera, piedra, marfíl y oro, en antiguas tumbas egipcias.
Los romanos usaban cuchara, aun cuando ésta no tenía la forma moderna. Se trataba de pequeñas espátulas de madera o marfil, que llamaban “cocheare”. Después de los romanos, los primeros en hacer uso de la cuchara fueron los suizos, posteriormente los españoles y a éstos le siguieron todos los demás.
Pese a los tímidos intentos de introducir la costumbre del uso del tenedor desde principios del siglo XI en Europa, no se generaliza hasta ya entrados en el siglo XVIII, cuando los comensales empiezan a utilizar su propio plato, vaso, cuchillo, cuchara, tenedor y servilleta (que debía colgarse sobre el pecho y no anudarse alrededor del cuello), y a comer su propio pan.
El primer tenedor sería más parecido a un pincho, de un solo diente. Fue mandado fabricar por una Princesa Bizantina llamada Teodora. Las razones de esta tardanza son achacables a múltiples causas. La principal causa: las tradiciones y costumbres; algo que siempre intenta imponerse cuando aparecen verdaderas evoluciones de la mano de la innovación.
La comida hasta entonces había sido cortada por sirvientes o nobles menores en caso de reyes y príncipes, de tal manera que las porciones eran ideales para ser agarradas con la mano sin problema alguno, entonces ¿para qué el tenedor?
Las costumbres de la mesa
En esos tiempos el celular, la notebook o el I- Pad no eran un problema a debatir, sin embargo el ser humano parece haber tenido problemas de comportamiento desde siempre, lo cual queda probado en la redacción de tantos códigos de modales desde antaño.
A partir del reinado de Isabel la Católica los hombres y las mujeres comenzaron a comer en la misma mesa. En ese tiempo era permitido escupir en el suelo, limpiarse las manos con migajón de pan y comer con el sombrero puesto, costumbres que fueron modificándose a través del tiempo…
Según antiguos documentos, allá por 1680, había veintiséis maneras de doblar las servilletas según la ocasión. Así se cita la forma del Arca de Noé para los clérigos, o la forma de gallina para los aristócratas de alto rango. También se citan las formas de polluelo, carpa, tortuga, toro, oso, o conejo, indicadas para diferentes rangos de comensales.
El afán de inculcar los buenos modales
Resultaban tan importantes en la educación de un niño, que en París, en 1880, se publicaron coplas para recordar la lista entera de buenos modales -al menos resultaría más amena la enseñanza- . El siguiente es un extracto de coplas por demás explicativas y sin lugar a duda, muy divertidas de leer.
La mayor moderación en la mesa has de tener, que allí se da a conocer del niño la educación.
Con modestia y dignamente, debes siempre presentarte y nunca debes sentarte en el lugar preferente.
No con ridículos modos te columpies en tu asiento, ni en la mesa, desatento, apoyes nunca los codos.
Nunca moviéndote estés como inquieto remolino, ni molestes al vecino con los brazos o los pies.
No estés con loca jactancia en tu asiento reclinado, ni a la mesa estés pegado ni a una legua de distancia.
No debes jamás oler, torpe y grosero, un manjar; no debes nunca tocar más que el pan que has de comer.
Nunca a los cerdos te iguales sorbiendo descomedido, ni al comer hagas ruido como ciertos animales.
Con bueno y amables modos, con natural alegría, da muestras de cortesía y de bondad hacia todos.
Procura con atención seguir siempre este consejo, porque es la mesa el espejo de la buena educación.