Dios creó al ser humano para que viviera para siempre en el Paraíso, el hombre no iba a conocer la muerte, iba a vivir por toda la eternidad, ese era el plan inicial de Dios. El hombre no iba a conocer el pecado, la enfermedad, la maldad, la soberbia, el orgullo, la incredulidad, el fanatismo, la violencia, el terror, la promiscuidad… Nosotros no habríamos conocido todas esas cosas malas si Adán hubiera obedecido la orden de Dios.
La orden de Dios fue muy específica y sencilla:
“Y ordenó el Señor Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2:16).
Incluso pecando, Adán llegó a vivir casi mil años, porque no había lo que hay hoy, no había maldad, pecado, enfermedad… Dios fue claro con Adán, le dijo que, si Lo escuchaba, iba a conocer solo lo bueno, pero, si Le desobedecía, moriría. No es que Dios haya matado a Adán, fue su desobediencia la que lo mató. Jesús dijo que el salario del pecado es la muerte, lo que mata al ser humano es la desobediencia.
Cuando le digo sí a mi yo, Le estoy diciendo no a Dios. ¿Quién sabe más, Dios o nosotros? Dios, pero todas las veces que elijo hacer mi voluntad estoy diciéndole a Dios que yo sé más, que yo puedo más, que me deje hacer las cosas a mi manera porque así seré feliz, y ocurre justamente lo contrario.
La primera vez que Dios le dijo “No, no lo hagas” al hombre, fue cuando se lo dijo a Adán en el Jardín del Edén. Dios no dice solo “sí”, mucha gente busca a un Dios que complazca sus voluntades, inclinaciones, fantasías, manías, pero Dios nos da sueños para que los realicemos, a esos sueños sí Dios les dice sí, como: tener certeza de nuestra Salvación (comunión con Él a diario), paz, realización matrimonial, tener una familia unida y salva, prosperidad, salud. Todo ser humano quiere vivir para siempre, y Dios nos da el derecho de vivir para siempre espiritualmente hablando cuando aprendemos a decirnos no a nosotros y sí a Él.
El hombre vivía en el Paraíso mientras aprendía a decirse no a sí mismo, y el día en el que el hombre Le dijo no a Dios y se dijo sí a él, salió del paraíso y pasó a vivir en el infierno acá en la Tierra, el infierno del miedo, de la tristeza, de las enfermedades, de la malicia…
- La primera cosa de la que el hombre fue víctima cuando salió del paraíso fue sentir miedo.
- La segunda cosa fue ver la desnudez uno del otro.
Cuando el ser humano Le dice no a Dios solo ve la desnudez de los demás, los errores, las fallas, para criticar, para juzgar, para justificar sus proprios errores: “Yo hice lo malo, pero él hizo lo peor”.
Quien es padre y tiene más de un hijo ya sintió que lo enojaba más que su hijo le echara la culpa al hermano que el error que había cometido. Eso no debe hacerse, pero ya está en la naturaleza humana. Nosotros los seres humanos hemos heredado eso, el ser humano siempre quiere decirle no a Dios y sí a su yo, y la condición para seguir a Jesús es justamente negarse a sí mismo a diario, para salir del infierno y vivir en el paraíso espiritual.
Yo sé que a muchos no les gusta oír estas palabras, pero Jesús habló del Paraíso y del infierno, y usted tiene que escucharlas para dejar de decirle no a Dios y sí a su yo, para que pueda madurar.
- El cristiano verdadero no es emotivo, no es de “azúcar” que se deshace con cualquier lluvia, él es fuerte, maduro, racional, inteligente, disciplinado.
Cuando el hombre más inteligente y rico del mundo Le hizo una petición a Dios, Le pidió sabiduría para servir a Dios y a Su pueblo, y Dios Se agradó tanto que derrotó a sus enemigos, le envió sabiduría y lo hizo el hombre más rico que hubo en el mundo.
- Este hombre estaba viviendo un paraíso en la Tierra, con salud, familia, paz, sin guerra y con mucha prosperidad. La Biblia dice que en su época el oro era como piedras, que cuando los reyes llegaban de visita y veían cómo se vestían y cómo vivían los que eran apenas sus subordinados, se admiraban y se avergonzaban ante tanta sabiduría y riqueza.
- Pero él cometió el error de empezar a poner sus ojos en todo lo que lo rodeaba y a tomarlo para sí. Tenía poder, tenía autoridad, no se privaba de nada:
“Y de todo cuanto mis ojos deseaban, nada les negué, ni privé a mi corazón de ningún placer, porque mi corazón gozaba de todo mi trabajo, y esta fue la recompensa de toda mi labor” (Eclesiastés 2:10).
El error de Salomón fue sacar sus ojos del Altar, de las cosas espirituales, y ponerlos en las cosas materiales, paró de usar las Bendiciones de Dios para servir al Señor y a Su pueblo y empezó a servirse a sí mismo.
- ¿Y qué pasó? El corazón lo engañó.
- El corazón es engañador, es fuente de emociones, de sentimientos. Y vea la conclusión a la que llegó Salomón, él salió del cielo al infierno:
“Y aborrecí la vida, porque me era penosa la obra que se hace bajo el sol, pues todo es vanidad y correr tras el viento” (Eclesiastés 2:17).
Uno no debe desear todo lo que sus ojos ven, tener lujuria, mirar con envidia, con malos ojos, con codicia, eso le hace peor a la persona que envidia que a la que está siendo envidiada.
- : Si la persona envidiada no está en el Abrigo del Altísimo va a ser víctima, pero quien sufre más es quien envidia. Sufre más el que maldice que el que es maldecido.
- Salomón aborreció la vida, su espíritu estaba cansado, porque todo lo que veía lo poseía, incluso llegó a tener 1000 concubinas. Del hombre más sabio, al más necio.
Jesús deja claro en el versículo 33 del capítulo 6 del libro de Mateo cuál es el camino que tenemos que tomar para regresar al paraíso:
“Pero buscad primero Su Reino y Su Justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
Todo lo que usted pueda imaginar y desear, Dios puede dárselo, pero Él solo va a darle lo que usted necesita, para que Lo glorifique, para que Lo exalte con su vida, su fe y su carácter.
- Jesús Le dijo al Padre que, si era posible, pasara de Él la copa, pero el Padre hizo que la bebiera, ¿sabe por qué?
- Porque el Dios Padre quería que usted y yo estuviéramos hoy acá y aprendiéramos esto de una vez por todas.
- No espere siempre el Sí de Dios, porque no siempre Dios va a decirle sí. Él le va a decir sí siempre y cuando eso vaya a añadir algo a su fe, a su vida, al prójimo. Él no va a decirle sí a todo lo que usted Le pida, porque Él no quiere que usted se eche a perder o se corrompa como Salomón, ni saque su enfoque del Altar, de su alma, de su Salvación.
Madure en su comunión con Dios, sepa esperar y confiar y haga lo que está en su poder, lo que tiene que hacer en el presente:
“buscad primero Su Reino”.
- Busque ser un ciudadano del Reino de Dios, busque Su Justicia, sea justo primero con Dios, con su prójimo, y todas las otras cosas de esta vida Él las añadirá en el futuro, a Su tiempo, en su vida.
¡Nos veremos en la IURD o en las Nubes!
Obispo Júlio Freitas
#AvivamientoUniversalAmericaDelSur
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